-¡Agatha! ¡Agatha!- corría la chica de ojos almendrados llamándola por toda la casa
-¿Qué pasa? Estás armando un escándalo que se oye hasta la esquina-respondió la muchacha alta y delgada con largo cabello rizado al escuchar su nombre
-Ha
-¿Qué pasa? Estás armando un escándalo que se oye hasta la esquina-respondió la muchacha alta y delgada con largo cabello rizado al escuchar su nombre
-Ha
vuelto…Bill está aquí-dijo sonriendo ante la cara de sorpresa de la otra que no podía acabar de creerlo
-¿Lo viste? ¿Hablaste con él?- preguntó apurada dirigiéndose a la habitación de la menor, cerrando la puerta antes de que Rubí pudiera escuchar algo.
-Un poco, pero es bastante necio. No podía decirle nada frente a su novio de cualquier forma.
-¿Su novio? …Vaya…
Lo sé; pero Rubí…
-¡ESMERALDA! ¡ÁGATHA!- escucharon fuera la voz de la mayor tornando tenso el ambiente sabiendo lo que se avecinaba.
-¿Algún problema?- preguntó Agatha al abrir la puerta intentado tranquilizarse
-No se hagan tontas; que ¡de nada servirán sus malditos planes! ¿¡Escucharon?!
-Nadie ha hecho planes, deja de decir estupideces; que las tres sabemos lo que va a pasar
-¡Ese bastardo no…!
-¡YA! ¡NO PUEDES QUITARLE A BILL LO QUE LE CORRESPONDE; RUBÍ! ¡NI TÚ OBLIGARLO A TOMARLO; ESMERALDA!
-¡NO LE CORRESPONDE!
-¡CLARO QUE SI; Y PAPÁ LO DIJO!
-¡ESO NO IMPORTA! ¡Nadie hará nada hasta que el mismo lo haya decidido!
Rubí salió ignorando razones directo a las caballerizas completamente perdida en su mente.
El no era su hermano; no era un Montemayor; solo un estorbo que su padre había cargado por años y ahora seguía dando problemas.
Montó a su caballo “Tormenta” y recorrió los alrededores pensando en como quitarlo de en medio. Debía de haber una forma; total, ni siquiera era de su sangre.
Mientras, en la habitación, Agatha pensaba en alguna forma de; más que no meterse, el proteger a su único hermano, que por lo que veía, realmente estaba a nada de entrar en una lucha de poderes que se había desatado en esa casa desde que su padre murió.
Bill siempre había sido excelente con cada una de ellas, y siempre había estado ahí apara apoyarlas , al menos ; hasta hacía dos años cuando había abandonado su hogar, el rancho en el que los cuatro habían crecido en el estado de Hidalgo ; sin que nadie pudiera detenerlo.
Mucho tiempo intentó encontrar ; saber de él, tener alguna pista, sin ningún resultado hasta que un día; haciendo negociaciones en Italia ; vio su fotografía en un periódico, vestido con un uniforme negro con hilos de oro, idéntico al de su padre para salir al ruedo, esquivando un enorme todo de manera magistral, solo como los Montemayor sabían hacerlo.
Tal vez no podía hablar con él, pero al menos sabía que estaba bien. Y pasara lo que pasara, no dejaría que Rubí lo envolviera en su juego por el mando de la familia, ni que Esmeralda lo metiera en un problema todavía más grande.
La noche transcurrió agitada en la casa de Guadalajara de la familia Montemayor, sin que el pelinegro supiera que aquello ocurría, y menos por su llegada. La competencia comenzaba a primera hora, y esta vez; si no podía dejar todo a la ligera.
-“Espíritu” esta listo; ¿Qué falta?- preguntó Gael intentando no presionar de más a su jefe sabiendo que Bill odiaba que le dijeran que hacer. Llevaban trabajando desde las cuatro de la mañana.
-Gracias. ¿Los demás caballos también? Hace falta peinarlos y protegerlos…los toros mexicanos son bravos.
-¿Para ti son bravos?
-Azulejo es un amor al lado de esas cosas-respondió extendiendo la manta con el nombre “Du Lyon” desde donde todos pudieran verlo.
-¿Estas consciente de que son las seis de la mañana verdad?- preguntó Tom acercándose con una ligera chamarra del pelinegro puesta y bostezando
-Creí que estabas dormido- respondió besándolo suavemente y abrazándolo al verlo aún adormilado. Lo había dejado completamente dormido al levantarse para preparar todo, precisamente para que no sintiera el frío.
-Si; pero me dejaste solo…
-Lo siento, debí haberte avisado- se disculpó sonriendo. Las rubias restas del patinador caían desordenadas por su espalda, y su pantalón azul de cuadritos delataba que aún iba en pijama; a diferencia de él, que llevaba su traje de gala y estaba perfectamente peinado.
-¿Qué haces aquí tan temprano? Ni siquiera hay sol…
-Soy un vampiro- bromeó el torero- y tú; se supone que tu primer competencia es hoy…
-Cierto…creo que debería ir por mi patineta…y a bañarme
-Yo diría…
Agatha termino su peinado con una flor azul entrelazada entre los mechones ligeramente sueltos de su largo cabello rizado, y salió buscando por “Huracán”; un bello caballo blanco de crin negra perfectamente arreglado y con el cabello trenzado por ella misma.
-Hoy volveremos a ver a alguien; precioso- dijo al caballo que la miró de manera curiosa y se quedaba inmóvil mientras ella subía a su lomo.
Tal como presentía, Rubí no se levantaría para aquella hora y aprovechándolo, mandó a los peones de la hacienda a preparas sus cosas y cambiar el nombre de su hermana por el suyo antes de que se diera cuenta.
-Agatha Montemayor- dijo un hombre detrás de ella haciéndola rodar los ojos y mirarlo con pesadez.
-¿Qué haces aquí Ricardo?
-¿Yo? Nada. Mejor dicho ¿Qué estás haciendo tú aquí linda?
-Cállate. Si pensabas llevarle el chisme a Rubí; corre, que me tiene sin cuidado.
-Que agresiva; ¿Por qué lo crees?
-¿Por qué será?- contesto sarcásticamente saliendo en cualquier dirección con tal de perderlo de vista; llegando como por arte de magia justo donde una gran manta de letras doradas, formaba las palabras “Du Lyon” encima de algunos corrales.
Fue ahí donde lo vio; e inevitablemente reconoció a su hermano menor.
Bill, mucho más alto de lo que lo recordaba; besaba en los labios a un guapo rubio de tez bronceada, casi tan alto como él.
No pudo evitar sonreír al observar la escena captando los profundos sentimientos de ambos que inundaban el ambiente a su alrededor. Parecían amarse más que a cualquier otra cosa en el mundo.
Avanzó antes de que pudieran verla, y fue directamente a donde la lona con la inscripción MONTEMAYOR era colocada por los muchachos a toda prisa, justo para cuando ella llegara.
Quería que se quedara, anhelaba tener de nuevo a su hermano cerca, pero también podía ver otra cosa, que al parecer, no estaba tomando en cuenta.
Bill era feliz.
No solo era feliz, estaba bien, y también, aún cuando no conocía al rubio que lo acompañaba, ahora tenía a alguien que lo quería…eso no valía la pena sacrificarlo
-Daniel…
-¿Si señorita?- atendió el caporal de inmediato acercándose a la muchacha que bajaba del bello corcel
-¿Ya han abierto las apuestas?
-Si señorita…
-Toma- dijo extendiéndole una bolsa un tanto pesada
-¿A su nombre?
-No – dijo ella recordando la escena- ponlos a Du Lyon
-¿Va a dejarlo ganar?- preguntó el joven confundido ante su petición
-No; pero tengo fe en ese torero. No le ha sido fácil llegar hasta aquí- concluyó dejando a “Huracán” a un lado y andando hacia las gradas de los participantes…ya buscaría a Bill después para hablar un poco, y tal vez, conocer a su nuevo cuñado.
Mientras tanto, a menos de un kilometro de distancia; Georg recorría ansioso el lugar, buscando preocupado al rubio que desde su llegada a la ciudad, no había visto por ningún lado, y al haberlo dejado en tales condiciones, en verdad le importaba encontrarlo
-¡Gustav!- dijo al ver algo parecido al chico andando solo en el frío cerca de los corrales de los toros, que bien parecía que se escaparían en cualquier momento arrasando con lo que encontraran en su camino.
-¿Eh?- volteó el otro saliendo de sus pensamientos antes de hacer alguna tontería- ¿Georg?
-¿Qué haces aquí?
-Me perdí- mintió son revelar su verdadero propósito agradeciendo haberse quedado sin lagrimas hacía un par de horas al grado que sería imposible notarlas
-Que manera de perderse…- respondió el castaño de ojos verdes un tanto aliviado-¿Quieres ir al cine?
-¿Qué?- preguntó Gustav incrédulo ante la repentina proposición que definitivamente no esperaba
-Eso, u otra cosa si quieres…suponiendo que no tengas algo que hacer…
-Claro- respondió sorprendiéndose a si mismo al aceptar
-Bueno; súbete- respondió señalando la parte de atrás de su motocicleta y entregándole un casco de color verde. El subió rápidamente sosteniéndose de su cintura y partieron hacia el centro de la ciudad, donde aún cuando los locales estuvieran cerrados, el cielo regiomontano daba una hermosa vista ante la salida del sol.
Georg estacionó el vehículo y comenzaron a andar por las calles aledañas al zócalo, de momento, casi desierto
-¿Cómo me encontraste?- preguntó el rubio de pronto mientras caminaba a su lado
-A decir verdad; te estaba buscando- respondió Georg haciéndolo sonrojar levemente sin darse cuenta-me dejaste…preocupado desde que bajamos del autobús
Preocupado…Gustav repitió la palabra en su mente un tanto extraña para el. Preocupado…Georg se había apurado a encontrarlo; le importaba lo que le pasara. ¿Por que?
Casi eran extraños, y ahora estaba con él andando como si nada por una ciudad desconocida
-Pues…me encontraste
-Me costo bastante…te escondiste muy bien- dijo sonriendo haciéndolo sentir extraño y algo apenado
-No vuelvo a jugar a las escondidas contigo- bromeó haciendo reír al castaño que no podía imaginarse la escena. Solo había jugado eso con su perro, y desde entonces hacía más de diez años. Ya que nunca había nadie con él, el perro era un amor de compañero de juegos para un niño solitario de ocho años.
-No; porque seguro pierdo
La película acabó cerca de las ocho de la noche, aún cuando habían salido tan temprano. De cualquier forma, el tiempo se había ido volando para ambos, que lejos de ver el reloj, dentro de sí anhelaban que este se detuviera; sobre todo el rubio, que más que una salida significaba algo diferente
No se sentía solo
-Y tú ¿de donde vienes? Hablas un alemán muy…avanzado
-De Magdenburgo- respondió Georg mirándolo a los ojos- ¿y tú?
-Berlín; aunque crecí en Moscú
-Ahora entiendo el ruso…bueno; no literalmente- finalizo antes de que el otro comenzara a decir frases en el idioma extraño para el
-Alemán entonces- sonrió Gustav dejándolo impactado. Jamás lo había visto sonreír…
-¿Lo viste? ¿Hablaste con él?- preguntó apurada dirigiéndose a la habitación de la menor, cerrando la puerta antes de que Rubí pudiera escuchar algo.
-Un poco, pero es bastante necio. No podía decirle nada frente a su novio de cualquier forma.
-¿Su novio? …Vaya…
Lo sé; pero Rubí…
-¡ESMERALDA! ¡ÁGATHA!- escucharon fuera la voz de la mayor tornando tenso el ambiente sabiendo lo que se avecinaba.
-¿Algún problema?- preguntó Agatha al abrir la puerta intentado tranquilizarse
-No se hagan tontas; que ¡de nada servirán sus malditos planes! ¿¡Escucharon?!
-Nadie ha hecho planes, deja de decir estupideces; que las tres sabemos lo que va a pasar
-¡Ese bastardo no…!
-¡YA! ¡NO PUEDES QUITARLE A BILL LO QUE LE CORRESPONDE; RUBÍ! ¡NI TÚ OBLIGARLO A TOMARLO; ESMERALDA!
-¡NO LE CORRESPONDE!
-¡CLARO QUE SI; Y PAPÁ LO DIJO!
-¡ESO NO IMPORTA! ¡Nadie hará nada hasta que el mismo lo haya decidido!
Rubí salió ignorando razones directo a las caballerizas completamente perdida en su mente.
El no era su hermano; no era un Montemayor; solo un estorbo que su padre había cargado por años y ahora seguía dando problemas.
Montó a su caballo “Tormenta” y recorrió los alrededores pensando en como quitarlo de en medio. Debía de haber una forma; total, ni siquiera era de su sangre.
Mientras, en la habitación, Agatha pensaba en alguna forma de; más que no meterse, el proteger a su único hermano, que por lo que veía, realmente estaba a nada de entrar en una lucha de poderes que se había desatado en esa casa desde que su padre murió.
Bill siempre había sido excelente con cada una de ellas, y siempre había estado ahí apara apoyarlas , al menos ; hasta hacía dos años cuando había abandonado su hogar, el rancho en el que los cuatro habían crecido en el estado de Hidalgo ; sin que nadie pudiera detenerlo.
Mucho tiempo intentó encontrar ; saber de él, tener alguna pista, sin ningún resultado hasta que un día; haciendo negociaciones en Italia ; vio su fotografía en un periódico, vestido con un uniforme negro con hilos de oro, idéntico al de su padre para salir al ruedo, esquivando un enorme todo de manera magistral, solo como los Montemayor sabían hacerlo.
Tal vez no podía hablar con él, pero al menos sabía que estaba bien. Y pasara lo que pasara, no dejaría que Rubí lo envolviera en su juego por el mando de la familia, ni que Esmeralda lo metiera en un problema todavía más grande.
La noche transcurrió agitada en la casa de Guadalajara de la familia Montemayor, sin que el pelinegro supiera que aquello ocurría, y menos por su llegada. La competencia comenzaba a primera hora, y esta vez; si no podía dejar todo a la ligera.
-“Espíritu” esta listo; ¿Qué falta?- preguntó Gael intentando no presionar de más a su jefe sabiendo que Bill odiaba que le dijeran que hacer. Llevaban trabajando desde las cuatro de la mañana.
-Gracias. ¿Los demás caballos también? Hace falta peinarlos y protegerlos…los toros mexicanos son bravos.
-¿Para ti son bravos?
-Azulejo es un amor al lado de esas cosas-respondió extendiendo la manta con el nombre “Du Lyon” desde donde todos pudieran verlo.
-¿Estas consciente de que son las seis de la mañana verdad?- preguntó Tom acercándose con una ligera chamarra del pelinegro puesta y bostezando
-Creí que estabas dormido- respondió besándolo suavemente y abrazándolo al verlo aún adormilado. Lo había dejado completamente dormido al levantarse para preparar todo, precisamente para que no sintiera el frío.
-Si; pero me dejaste solo…
-Lo siento, debí haberte avisado- se disculpó sonriendo. Las rubias restas del patinador caían desordenadas por su espalda, y su pantalón azul de cuadritos delataba que aún iba en pijama; a diferencia de él, que llevaba su traje de gala y estaba perfectamente peinado.
-¿Qué haces aquí tan temprano? Ni siquiera hay sol…
-Soy un vampiro- bromeó el torero- y tú; se supone que tu primer competencia es hoy…
-Cierto…creo que debería ir por mi patineta…y a bañarme
-Yo diría…
Agatha termino su peinado con una flor azul entrelazada entre los mechones ligeramente sueltos de su largo cabello rizado, y salió buscando por “Huracán”; un bello caballo blanco de crin negra perfectamente arreglado y con el cabello trenzado por ella misma.
-Hoy volveremos a ver a alguien; precioso- dijo al caballo que la miró de manera curiosa y se quedaba inmóvil mientras ella subía a su lomo.
Tal como presentía, Rubí no se levantaría para aquella hora y aprovechándolo, mandó a los peones de la hacienda a preparas sus cosas y cambiar el nombre de su hermana por el suyo antes de que se diera cuenta.
-Agatha Montemayor- dijo un hombre detrás de ella haciéndola rodar los ojos y mirarlo con pesadez.
-¿Qué haces aquí Ricardo?
-¿Yo? Nada. Mejor dicho ¿Qué estás haciendo tú aquí linda?
-Cállate. Si pensabas llevarle el chisme a Rubí; corre, que me tiene sin cuidado.
-Que agresiva; ¿Por qué lo crees?
-¿Por qué será?- contesto sarcásticamente saliendo en cualquier dirección con tal de perderlo de vista; llegando como por arte de magia justo donde una gran manta de letras doradas, formaba las palabras “Du Lyon” encima de algunos corrales.
Fue ahí donde lo vio; e inevitablemente reconoció a su hermano menor.
Bill, mucho más alto de lo que lo recordaba; besaba en los labios a un guapo rubio de tez bronceada, casi tan alto como él.
No pudo evitar sonreír al observar la escena captando los profundos sentimientos de ambos que inundaban el ambiente a su alrededor. Parecían amarse más que a cualquier otra cosa en el mundo.
Avanzó antes de que pudieran verla, y fue directamente a donde la lona con la inscripción MONTEMAYOR era colocada por los muchachos a toda prisa, justo para cuando ella llegara.
Quería que se quedara, anhelaba tener de nuevo a su hermano cerca, pero también podía ver otra cosa, que al parecer, no estaba tomando en cuenta.
Bill era feliz.
No solo era feliz, estaba bien, y también, aún cuando no conocía al rubio que lo acompañaba, ahora tenía a alguien que lo quería…eso no valía la pena sacrificarlo
-Daniel…
-¿Si señorita?- atendió el caporal de inmediato acercándose a la muchacha que bajaba del bello corcel
-¿Ya han abierto las apuestas?
-Si señorita…
-Toma- dijo extendiéndole una bolsa un tanto pesada
-¿A su nombre?
-No – dijo ella recordando la escena- ponlos a Du Lyon
-¿Va a dejarlo ganar?- preguntó el joven confundido ante su petición
-No; pero tengo fe en ese torero. No le ha sido fácil llegar hasta aquí- concluyó dejando a “Huracán” a un lado y andando hacia las gradas de los participantes…ya buscaría a Bill después para hablar un poco, y tal vez, conocer a su nuevo cuñado.
Mientras tanto, a menos de un kilometro de distancia; Georg recorría ansioso el lugar, buscando preocupado al rubio que desde su llegada a la ciudad, no había visto por ningún lado, y al haberlo dejado en tales condiciones, en verdad le importaba encontrarlo
-¡Gustav!- dijo al ver algo parecido al chico andando solo en el frío cerca de los corrales de los toros, que bien parecía que se escaparían en cualquier momento arrasando con lo que encontraran en su camino.
-¿Eh?- volteó el otro saliendo de sus pensamientos antes de hacer alguna tontería- ¿Georg?
-¿Qué haces aquí?
-Me perdí- mintió son revelar su verdadero propósito agradeciendo haberse quedado sin lagrimas hacía un par de horas al grado que sería imposible notarlas
-Que manera de perderse…- respondió el castaño de ojos verdes un tanto aliviado-¿Quieres ir al cine?
-¿Qué?- preguntó Gustav incrédulo ante la repentina proposición que definitivamente no esperaba
-Eso, u otra cosa si quieres…suponiendo que no tengas algo que hacer…
-Claro- respondió sorprendiéndose a si mismo al aceptar
-Bueno; súbete- respondió señalando la parte de atrás de su motocicleta y entregándole un casco de color verde. El subió rápidamente sosteniéndose de su cintura y partieron hacia el centro de la ciudad, donde aún cuando los locales estuvieran cerrados, el cielo regiomontano daba una hermosa vista ante la salida del sol.
Georg estacionó el vehículo y comenzaron a andar por las calles aledañas al zócalo, de momento, casi desierto
-¿Cómo me encontraste?- preguntó el rubio de pronto mientras caminaba a su lado
-A decir verdad; te estaba buscando- respondió Georg haciéndolo sonrojar levemente sin darse cuenta-me dejaste…preocupado desde que bajamos del autobús
Preocupado…Gustav repitió la palabra en su mente un tanto extraña para el. Preocupado…Georg se había apurado a encontrarlo; le importaba lo que le pasara. ¿Por que?
Casi eran extraños, y ahora estaba con él andando como si nada por una ciudad desconocida
-Pues…me encontraste
-Me costo bastante…te escondiste muy bien- dijo sonriendo haciéndolo sentir extraño y algo apenado
-No vuelvo a jugar a las escondidas contigo- bromeó haciendo reír al castaño que no podía imaginarse la escena. Solo había jugado eso con su perro, y desde entonces hacía más de diez años. Ya que nunca había nadie con él, el perro era un amor de compañero de juegos para un niño solitario de ocho años.
-No; porque seguro pierdo
La película acabó cerca de las ocho de la noche, aún cuando habían salido tan temprano. De cualquier forma, el tiempo se había ido volando para ambos, que lejos de ver el reloj, dentro de sí anhelaban que este se detuviera; sobre todo el rubio, que más que una salida significaba algo diferente
No se sentía solo
-Y tú ¿de donde vienes? Hablas un alemán muy…avanzado
-De Magdenburgo- respondió Georg mirándolo a los ojos- ¿y tú?
-Berlín; aunque crecí en Moscú
-Ahora entiendo el ruso…bueno; no literalmente- finalizo antes de que el otro comenzara a decir frases en el idioma extraño para el
-Alemán entonces- sonrió Gustav dejándolo impactado. Jamás lo había visto sonreír…
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