-Coronel- dijo Bill
entrando a la tienda anunciándose entre la mesa redonda donde los jefes
de cada división de ataque discutían cada estrategia o ataque que
llevarían a cabo demasiado lento para su gusto.
Si bien el era uno de los principales, no le gustaba entrar en toda es aclase de conflictos. Sabía bien que cada decisión era de vida o muerte, pero ¿seis meses antes de hacer algo? Eso era demasiado.
-Bill Kaulitz – fue presentado directamente por el rey
-Bill Kaulitz...He escuchado mucho sobre ti, muchacho- dijo el anciano mirándolo desde el otro lado del salón metálico, donde la energía podía verse recorrer las paredes en ráfagas de luz dirigiéndose a cada lado del planeta en un brillante color azul eléctrico a toda velocidad
-Espero sean maravillas y no errores señor- contestó el pelinegro mirándolo de frente y con coraje, justo las cualidades que se buscaban en él. La vida lo había obligado a desarrollarlas, y no eran por simple casualidad.
-Si lo fueran ¿Que estarías haciendo aquí?
-Esa es una pregunta que solo usted me puede responder...
-Bien, vayamos al asunto. Hemos descubierto el palacio de Reden, en las afueras del arco norte, cerca de Tuluxian...
-El rey Jörg está muerto, no hay nada en el palacio- se apresuró a contestar decidido sabiendo que si el plan era ese, estaba mal. El mismo había participado en aquella misión donde el rey murió, al igual que miles de Anthems en el campo de batalla; que ni con su sangre podía limpiar toda la derramada por el pueblo de aquel oscuro planeta donde la noche reinaba permanentemente, era lo menos que merecía.
En aquel momento creyó que ese sería el final de todo, esa era la solución. Por supuesto que no fue así. Evidentemente había un impostor o alguien más al mando de Reden, ya que los ataques y batallas no habían terminado, al contrario, se habían intensificado llevándose muchas más vidas que antes, y ahora venía con toda su fuerza.
-Te equivocas, Joven Kaulitz- dijo el mayor levantándose de su asiento a la cabeza del recinto- Hay alguien más en el palacio, que aún no alcanza a llamarse rey.
-¡¿Quien es?!
-Gordon Trümper murió, sí...pero alguien más lleva su sangre, y su espíritu de destrucción
-Le ruego, ¡dígame quién es el bastardo!
-Su hijo; el príncipe Tom- concluyo el hombre acercándose hasta quedar frente a él- Bill, te tengo una misión; si es que decides aceptarla
-Por supuesto, no tiene que preguntarlo
-Ve; encuéntralo, y hazlo pagar por la maldición que su gente ha traído sobre estas tierras, y sobre esta gente...
Ni siquiera esperó a contestar para salir de la sala directo a su habitación; la #483 el tercer piso de la nave, donde podría idear como llevar a con lo que tenía encargado. No esperaba que fuera fácil, ¿Que sentido tendría si lo fuera?
-¡Kaulitz! ¡Vámonos!- gritaron al otro lado de la puerta segundos después sin que tuviera tiempo de hacer nada. De cualquier forma, las amenazas no esperan.
-¿Todo listo Georg?
- Ya estás arriba- dijo el otro sarcásticamente viéndolo tomar su lugar como conductor de la nave negra con el símbolo “Anthem” en la cola iluminado en un color morado intenso.
Bill no pudo evitar sentir nostalgia al despegar rumbo al planeta Reden…otra vez. Completaría su misión, eso sin dudarlo pero… ¿a que costo? Veía a raves de los grandes vidrios que servían de parabrisas el reflejo de los muchachos que iban con él en la nave… ¿Cuántos volverían? ¿Quién se perdería para siempre en esa ocasión? ¿Cuanto más crecería la destrucción, y los muertos de aquella guerra interminable?
-Dios mío…ayúdame- susurró rezando a Thor, Odín y todos los dioses posibles el que todos volvieran con bien, aunque sabía que eso no era posible ni en sus mejores sueños…o más dulces pesadillas. Hace mucho que había dejado de soñar.
Las estrellas quedaban atrás en líneas de luz casi invisibles debido a la gran velocidad a la que avanzaban, dentro de unas cuantas horas llegarían a su destino; y la pesadilla comenzaría.
Mientras tanto, aún a kilómetros luz de distancia, en las afueras del arco norte, cerca de la ciudad de Tuluxian, el legítimo heredero salía de la habitación desocupada del rey, la cual, llevaba casi un año vacía.
-Príncipe Tom…
-No me llames príncipe…no merezco ese título-dijo el joven a la sirvienta que salía rápidamente posponiendo la limpieza de aquel cuarto hasta horas después. El príncipe había pasado más tiempo ahí del que ella calculaba, y cada día parecía extenderse más.
Podría parecer que solo era un muchacho extrañando a su padre y guardándole luto, pero el reino completo sabía que era más que eso. Su heredero, aquel niño entusiasta al que habían visto crecer de manera prometedora, había cambiado por completo desde que la nación Anthem había terminado con el reinado de Gordon Trümper, que tanto se había esmerado por cuidarlo y protegerlo, al igual que a su pueblo, que más que un líder, había perdido un padre.
La nación de Reden aún se encontraba de Luto, y cada día esperaba ansiosamente el anuncio que los salvara y les diera una dirección; la coronación de Tom, la cual, el se negaba a asumir.
-No soy un príncipe, menos un rey- susurró andando por el pasillo de vuelta al balcón escondido de su habitación, donde nadie podía verlo, más que el manto estrellado del cielo nocturno de la ciudad Tuluxian, escondida hacía algún tiempo dejando mucho que desear tomando en cuenta las lujosas ciudades anteriores que ahora eran ruinas. Pero cuando se está en una guerra, no hay lujo que dure demasiado.
El chico de rastas rubias y ojos avellana no podía pensar en nada más, cuando un estruendo azotó el silencio de las paredes del palacio casi vacío, haciéndolo caer al piso no solo de la impresión, si no que alguna fuerza extraña lo impulsó hacia la pared haciéndolo chocar con ella
-¡Joven Trümper!- escucho una voz conocida mientras se levantaba. No era otro que uno de los guardias del palacio con el que llevaba si no una amistad, al menos una relación más estrecha que con los demás sí. Aquel ya no se esforzaba por llamarlo príncipe, lo cual era un avance.
-No de nuevo…- susurró Tom incorporándose enseguida mirando hacia todos lados localizando la habitación atacada- Están en la del trono…
-Nos encargaremos, por favor vaya a….
-¡No! ¡Vayan y esperen mi señal!- ordenó corriendo hacia la puerta, o al menos intentándolo antes de que el otro lo detuviera
- Joven Príncipe, ¡No puede hacer eso!
-¡Claro que puedo! ¡Suéltame Gustav!
-¡Reden no puede arriesgarse a perderlo también! ¡No lo ve!
- Si no lo hago; no le soy de utilidad de cualquier forma- contestó soltándose del agarre del guardia retomando su camino…demasiado tarde
Al entrar a la sala del trono no encontró nada; solo un rincón lleno de humo denso y de color púrpura, el cual siempre había distinguido a su enemigo
-¡Muéstrate ahora!- gritó sacando su espada de Adamantium; el último regalo de su padre, aún con miedo de que era lo que podía aparecer al otro lado de la cortina
- Como si pudieras hacer algo- escuchó la voz fría y atrayente mientras una sombra se acercaba entre el vapor de tinieblas…pronto pudo distinguirlo.
Frente a él, un muchacho alto; con una tez tan blanca y fina que bien parecería estar hecho de porcelana; su cabello largo y negro bordeaba su hermoso rostro de delicadas facciones que aparentaban estar talladas magistralmente en el más precioso mármol y caía por su bien delineada espalda en una cascada azabache… de no ser porque en ese momento salía empuñando una espada casi idéntica amenazándolo, se hubiera quedado completamente perdido en la belleza de aquél joven, que portaba con elegancia un uniforme militar negro con el símbolo que más odiaba: Un guerrero Anthem.
-Has venido a matarme ¿cierto?- pegunto el joven príncipe que a la vista de Bill, no se parecía en nada a lo que él había imaginado. El esperaba algo muy distinto, así como el tener que buscarlo por todo el palacio protegido por sus múltiples guardias. En ningún momento pasó por su cabeza encontrarlo de frente y dispuesto a pelear.
-Ni siquiera mereces morir por mi mano- dijo haciendo que el otro apretara los puños con toda su fuerza- ¡pero tampoco mereces vivir!
La última frase vino acompañada de una estocada que el rubio esquivó con dificultad temiendo lo peor. Sí; había llevado un entrenamiento ejemplar si así podía llamársele, pero no para esos casos. Aquel que tenía enfrente le llevaba una sobra de experiencia, sin mencionar la sangre fría para hacer daño.
Pero eso no le importaba. Iba a pelear y si moría, al menos que fuera por algo: luchando por su pueblo.
-¡¿Y acaso tu sí?!- dijo devolviéndosela iniciando una batalla campal de esquivos y ataques por toda la sala del trono, destruyendo todo lo que iba a su paso.
-Acabare contigo niño…igual que con tu padre- dijo Bill sacando todo su coraje impidiéndole esquivar el siguiente golpe, causando una herida en el rubio que si bien no era mortal como él hubiera deseado, sangraba peligrosamente.
-¡Jamás!- gritó el otro mientras el pelinegro sonreía viéndolo, verlo sin notar que él no era ningún tonto…Bill solo sintió el corte en su pierna donde el uniforme dejaba de protegerlo y ahora brotaba lastimosamente el líquido vital inhabilitándolo a moverse tan rápido.
“Maldita sea” pensó el guerrero al continuar peleando solo recibiendo y dando más heridas hasta que se vieron obligados a bajar la intensidad de la lucha. El príncipe enemigo le estaba presentando pelea, bastante; y si no acababa con él, definitivamente el mismo sería el muerto ahí. Y no lo pensaba permitir.
Finalmente, tras horas de filos de espadas chocando, cayeron al piso sin poder seguir.
-No… ¡no!- susurró Bill sin poder levantarse teniendo al frente al otro que también inmóvil, lo miraba con odio casi bañado en sangre. Se sentía débil, y no había nada que pudiera hacer ya.
Entonces, una nueva nube de humo inundó el lugar, justo antes de perder el conocimiento… ese había sido el final.
-¡Bill! ¡Bill!- escuchó ya creyéndose muerto e intentando abrir los ojos, mientras una apabullante luz le impedía hacerlo
-¿Dónde estoy?- susurró intentado incorporarse al tiempo que alguien que tenía bien ubicado se lo impedía-¡Georg!
- Estamos en la nave. Regresamos a Anthem- informó el otro mientras limpiaba una de sus heridas con antisépticos. De las pocas medicinas que había en el lugar.
-¡¿Qué?! ¡No! ¡DEN LA VUELTA AHORA MISMO!-Gritó aún sujetado al piso, de donde ni de broma lo iban a dejar moverse.
-Cállate Bill, deja de…
-¡NO! ¡NO SE VAN A…!
-¡NI SIQUIERA PUEDES LEVANTARTE BILL!- dijo Georg impactándolo dejándolo sin habla- Regresamos y punto. Es demasiado peligroso. Volveremos a Anthem, y cuando estés bien puedes intentar todas las misiones suicidas que quieras.
Bill permaneció en silencio de mala gana con un odio acumulado que no podía esperar por descargar. Jamás había fallado en una misión. Jamás. Y ese príncipe, no se le iba a escapar…
Si bien el era uno de los principales, no le gustaba entrar en toda es aclase de conflictos. Sabía bien que cada decisión era de vida o muerte, pero ¿seis meses antes de hacer algo? Eso era demasiado.
-Bill Kaulitz – fue presentado directamente por el rey
-Bill Kaulitz...He escuchado mucho sobre ti, muchacho- dijo el anciano mirándolo desde el otro lado del salón metálico, donde la energía podía verse recorrer las paredes en ráfagas de luz dirigiéndose a cada lado del planeta en un brillante color azul eléctrico a toda velocidad
-Espero sean maravillas y no errores señor- contestó el pelinegro mirándolo de frente y con coraje, justo las cualidades que se buscaban en él. La vida lo había obligado a desarrollarlas, y no eran por simple casualidad.
-Si lo fueran ¿Que estarías haciendo aquí?
-Esa es una pregunta que solo usted me puede responder...
-Bien, vayamos al asunto. Hemos descubierto el palacio de Reden, en las afueras del arco norte, cerca de Tuluxian...
-El rey Jörg está muerto, no hay nada en el palacio- se apresuró a contestar decidido sabiendo que si el plan era ese, estaba mal. El mismo había participado en aquella misión donde el rey murió, al igual que miles de Anthems en el campo de batalla; que ni con su sangre podía limpiar toda la derramada por el pueblo de aquel oscuro planeta donde la noche reinaba permanentemente, era lo menos que merecía.
En aquel momento creyó que ese sería el final de todo, esa era la solución. Por supuesto que no fue así. Evidentemente había un impostor o alguien más al mando de Reden, ya que los ataques y batallas no habían terminado, al contrario, se habían intensificado llevándose muchas más vidas que antes, y ahora venía con toda su fuerza.
-Te equivocas, Joven Kaulitz- dijo el mayor levantándose de su asiento a la cabeza del recinto- Hay alguien más en el palacio, que aún no alcanza a llamarse rey.
-¡¿Quien es?!
-Gordon Trümper murió, sí...pero alguien más lleva su sangre, y su espíritu de destrucción
-Le ruego, ¡dígame quién es el bastardo!
-Su hijo; el príncipe Tom- concluyo el hombre acercándose hasta quedar frente a él- Bill, te tengo una misión; si es que decides aceptarla
-Por supuesto, no tiene que preguntarlo
-Ve; encuéntralo, y hazlo pagar por la maldición que su gente ha traído sobre estas tierras, y sobre esta gente...
Ni siquiera esperó a contestar para salir de la sala directo a su habitación; la #483 el tercer piso de la nave, donde podría idear como llevar a con lo que tenía encargado. No esperaba que fuera fácil, ¿Que sentido tendría si lo fuera?
-¡Kaulitz! ¡Vámonos!- gritaron al otro lado de la puerta segundos después sin que tuviera tiempo de hacer nada. De cualquier forma, las amenazas no esperan.
-¿Todo listo Georg?
- Ya estás arriba- dijo el otro sarcásticamente viéndolo tomar su lugar como conductor de la nave negra con el símbolo “Anthem” en la cola iluminado en un color morado intenso.
Bill no pudo evitar sentir nostalgia al despegar rumbo al planeta Reden…otra vez. Completaría su misión, eso sin dudarlo pero… ¿a que costo? Veía a raves de los grandes vidrios que servían de parabrisas el reflejo de los muchachos que iban con él en la nave… ¿Cuántos volverían? ¿Quién se perdería para siempre en esa ocasión? ¿Cuanto más crecería la destrucción, y los muertos de aquella guerra interminable?
-Dios mío…ayúdame- susurró rezando a Thor, Odín y todos los dioses posibles el que todos volvieran con bien, aunque sabía que eso no era posible ni en sus mejores sueños…o más dulces pesadillas. Hace mucho que había dejado de soñar.
Las estrellas quedaban atrás en líneas de luz casi invisibles debido a la gran velocidad a la que avanzaban, dentro de unas cuantas horas llegarían a su destino; y la pesadilla comenzaría.
Mientras tanto, aún a kilómetros luz de distancia, en las afueras del arco norte, cerca de la ciudad de Tuluxian, el legítimo heredero salía de la habitación desocupada del rey, la cual, llevaba casi un año vacía.
-Príncipe Tom…
-No me llames príncipe…no merezco ese título-dijo el joven a la sirvienta que salía rápidamente posponiendo la limpieza de aquel cuarto hasta horas después. El príncipe había pasado más tiempo ahí del que ella calculaba, y cada día parecía extenderse más.
Podría parecer que solo era un muchacho extrañando a su padre y guardándole luto, pero el reino completo sabía que era más que eso. Su heredero, aquel niño entusiasta al que habían visto crecer de manera prometedora, había cambiado por completo desde que la nación Anthem había terminado con el reinado de Gordon Trümper, que tanto se había esmerado por cuidarlo y protegerlo, al igual que a su pueblo, que más que un líder, había perdido un padre.
La nación de Reden aún se encontraba de Luto, y cada día esperaba ansiosamente el anuncio que los salvara y les diera una dirección; la coronación de Tom, la cual, el se negaba a asumir.
-No soy un príncipe, menos un rey- susurró andando por el pasillo de vuelta al balcón escondido de su habitación, donde nadie podía verlo, más que el manto estrellado del cielo nocturno de la ciudad Tuluxian, escondida hacía algún tiempo dejando mucho que desear tomando en cuenta las lujosas ciudades anteriores que ahora eran ruinas. Pero cuando se está en una guerra, no hay lujo que dure demasiado.
El chico de rastas rubias y ojos avellana no podía pensar en nada más, cuando un estruendo azotó el silencio de las paredes del palacio casi vacío, haciéndolo caer al piso no solo de la impresión, si no que alguna fuerza extraña lo impulsó hacia la pared haciéndolo chocar con ella
-¡Joven Trümper!- escucho una voz conocida mientras se levantaba. No era otro que uno de los guardias del palacio con el que llevaba si no una amistad, al menos una relación más estrecha que con los demás sí. Aquel ya no se esforzaba por llamarlo príncipe, lo cual era un avance.
-No de nuevo…- susurró Tom incorporándose enseguida mirando hacia todos lados localizando la habitación atacada- Están en la del trono…
-Nos encargaremos, por favor vaya a….
-¡No! ¡Vayan y esperen mi señal!- ordenó corriendo hacia la puerta, o al menos intentándolo antes de que el otro lo detuviera
- Joven Príncipe, ¡No puede hacer eso!
-¡Claro que puedo! ¡Suéltame Gustav!
-¡Reden no puede arriesgarse a perderlo también! ¡No lo ve!
- Si no lo hago; no le soy de utilidad de cualquier forma- contestó soltándose del agarre del guardia retomando su camino…demasiado tarde
Al entrar a la sala del trono no encontró nada; solo un rincón lleno de humo denso y de color púrpura, el cual siempre había distinguido a su enemigo
-¡Muéstrate ahora!- gritó sacando su espada de Adamantium; el último regalo de su padre, aún con miedo de que era lo que podía aparecer al otro lado de la cortina
- Como si pudieras hacer algo- escuchó la voz fría y atrayente mientras una sombra se acercaba entre el vapor de tinieblas…pronto pudo distinguirlo.
Frente a él, un muchacho alto; con una tez tan blanca y fina que bien parecería estar hecho de porcelana; su cabello largo y negro bordeaba su hermoso rostro de delicadas facciones que aparentaban estar talladas magistralmente en el más precioso mármol y caía por su bien delineada espalda en una cascada azabache… de no ser porque en ese momento salía empuñando una espada casi idéntica amenazándolo, se hubiera quedado completamente perdido en la belleza de aquél joven, que portaba con elegancia un uniforme militar negro con el símbolo que más odiaba: Un guerrero Anthem.
-Has venido a matarme ¿cierto?- pegunto el joven príncipe que a la vista de Bill, no se parecía en nada a lo que él había imaginado. El esperaba algo muy distinto, así como el tener que buscarlo por todo el palacio protegido por sus múltiples guardias. En ningún momento pasó por su cabeza encontrarlo de frente y dispuesto a pelear.
-Ni siquiera mereces morir por mi mano- dijo haciendo que el otro apretara los puños con toda su fuerza- ¡pero tampoco mereces vivir!
La última frase vino acompañada de una estocada que el rubio esquivó con dificultad temiendo lo peor. Sí; había llevado un entrenamiento ejemplar si así podía llamársele, pero no para esos casos. Aquel que tenía enfrente le llevaba una sobra de experiencia, sin mencionar la sangre fría para hacer daño.
Pero eso no le importaba. Iba a pelear y si moría, al menos que fuera por algo: luchando por su pueblo.
-¡¿Y acaso tu sí?!- dijo devolviéndosela iniciando una batalla campal de esquivos y ataques por toda la sala del trono, destruyendo todo lo que iba a su paso.
-Acabare contigo niño…igual que con tu padre- dijo Bill sacando todo su coraje impidiéndole esquivar el siguiente golpe, causando una herida en el rubio que si bien no era mortal como él hubiera deseado, sangraba peligrosamente.
-¡Jamás!- gritó el otro mientras el pelinegro sonreía viéndolo, verlo sin notar que él no era ningún tonto…Bill solo sintió el corte en su pierna donde el uniforme dejaba de protegerlo y ahora brotaba lastimosamente el líquido vital inhabilitándolo a moverse tan rápido.
“Maldita sea” pensó el guerrero al continuar peleando solo recibiendo y dando más heridas hasta que se vieron obligados a bajar la intensidad de la lucha. El príncipe enemigo le estaba presentando pelea, bastante; y si no acababa con él, definitivamente el mismo sería el muerto ahí. Y no lo pensaba permitir.
Finalmente, tras horas de filos de espadas chocando, cayeron al piso sin poder seguir.
-No… ¡no!- susurró Bill sin poder levantarse teniendo al frente al otro que también inmóvil, lo miraba con odio casi bañado en sangre. Se sentía débil, y no había nada que pudiera hacer ya.
Entonces, una nueva nube de humo inundó el lugar, justo antes de perder el conocimiento… ese había sido el final.
-¡Bill! ¡Bill!- escuchó ya creyéndose muerto e intentando abrir los ojos, mientras una apabullante luz le impedía hacerlo
-¿Dónde estoy?- susurró intentado incorporarse al tiempo que alguien que tenía bien ubicado se lo impedía-¡Georg!
- Estamos en la nave. Regresamos a Anthem- informó el otro mientras limpiaba una de sus heridas con antisépticos. De las pocas medicinas que había en el lugar.
-¡¿Qué?! ¡No! ¡DEN LA VUELTA AHORA MISMO!-Gritó aún sujetado al piso, de donde ni de broma lo iban a dejar moverse.
-Cállate Bill, deja de…
-¡NO! ¡NO SE VAN A…!
-¡NI SIQUIERA PUEDES LEVANTARTE BILL!- dijo Georg impactándolo dejándolo sin habla- Regresamos y punto. Es demasiado peligroso. Volveremos a Anthem, y cuando estés bien puedes intentar todas las misiones suicidas que quieras.
Bill permaneció en silencio de mala gana con un odio acumulado que no podía esperar por descargar. Jamás había fallado en una misión. Jamás. Y ese príncipe, no se le iba a escapar…
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