Esa noche; al igual que
cada una desde que había encontrado al chico de aquella torre; el príncipe
Gustav salió ansioso del palacio sin que su padre lo notara, por el camino que
ya conocía bien.
Hubiera o no luna, así
las estrellas se pusieran o decidieran esconderse por completo, lloviera,
relampagueara, o lo que fuera; cada noche llegaba justo a la misma hora bajo la
ventana, donde el castaño ya lo esperaba.
Georg se sentó sobre la
ventana, esperando el llamado que tanto anhelaba desde hacía unas horas; ya que
el príncipe había partido directo a una presentación real…a él no le importaba
mucho aquello, a decir verdad todo aquello de la realeza le causaba tristeza y
nostalgia por ni siquiera poder verlo; así que prefería evitarlo, a menos que
el rubio le contase algo.
Lo que ninguno sabía;
era que justo después de volver con su hermano en brazos, Bill subió la
escalera de nuevo; quedándose al toro lado de la puerta. Pensaba aguardar toda
la noche si fuera necesario, escuchando cada movimiento, para saber qué era lo
que tenía a Georg tan inquieto.
El castaño no dejaba de
moverse de un lado al otro, cada vez estaba más ansioso y no tenía idea del por
qué; simplemente era un extraño sentimiento.
-¡Georg; deja caer tu
cabello!- escuchó finalmente viendo el corcel blanco del príncipe bajo su
ventana, a lo que sin perder un solo segundo, lanzó la enorme cuerda hacia
abajo, donde Gustav, ya con bastante práctica en ello, subió rápidamente en
contraste con las primeras veces que lo intentó, donde Georg lo salvó varis
veces halando de él antes de que cayera al vacío por causa de su poca agilidad.
-Hola- dijo el castaño
sonriendo formando una atmosfera distinta a la que acostumbraban, y Gustav
sabía exactamente por qué.
-Hola- respondió el
príncipe mientras caminaban hacia la mesa, donde Georg tenía preparada algo
parecido a una cena; con aquello que Bill le había llevado por la tarde, algo
que siempre hacía…pero esa vez, sería diferente…
-Ven; ¿Hoy que vamos a
hacer?- preguntó Georg cual niño pequeño; un rasgo que al rubio le encantaba de
él. Al estar apartado del mundo, su inocencia y amabilidad era impresionante…por
no decir su belleza
-Georg…tengo que hablar
contigo…-dijo inseguro odiando sentirse así, aún cuando sabía que tenía el
mundo en contra.
-¿Qué…que pasa?-
pregunto con temor el castaño, que desde hacía días temía que el hecho de que
todo fuera bien, era demasiado bueno para ser real. La suerte acostumbraba
ponerse en contra suya; la prueba era que seguía en esa torre… ¿Por qué esta
vez debería ser distinta?
-Georg yo… ¡me gustas!-
soltó sintiendo sus mejillas arder esperando alguna reacción por parte del
otro, que simplemente sonreía tranquilamente
-Tú también me gustas-
dijo tal cual si hablaran del clima o alguna otra cosa
-No; no me refiero a
eso…yo…Ahh- tartamudeaba el príncipe inseguro de cómo proceder; y Georg no se
lo estaba haciendo sencillo; sabía que no era su culpa, pero esperaba que con
ello entendiera sus sentimientos
-Gustav…- susurró el
otro hasta que los labios del rubio conquistaron los suyos, dejándolo no solo
sin habla, si no también sin aliento y además; confundido. Sin embargo, no era
algo que quisiera detener.
Fuera de la habitación,
Bill escuchaba sorprendido los últimos segundos de conversación entre aquellos
dos, y estaba decidido a entrar, al menos hasta que el “me gustas” inseguro de
aquel chico de suave voz lo hizo desistir de golpe dejándolo pegado a la puerta…
Lo más lento y
silencioso que puso se puso de pie, y comenzó a bajar las escaleras tratando de
no interrumpir nada… fuera lo que fuera a decir Georg, podía esperar a mañana
para reprenderlo; además, debía de contárselo a su hermano.
-Me gustas…pero no de
la manera que tú piensas- dijo el príncipe a solo centímetros de su rostro,
donde podía sentir perfectamente su respiración cálida rebotando en sus
mejillas, haciéndolo sonrojar cada vez más.
- A esta altura, creo
que pienso de la misma manera- contestó el castaño volviendo a juntar sus
labios sin saber exactamente que podría decir. Lo único que sabía de aquello
venía de meros cuentos de hadas fantásticos y no quería arruinar aquel momento,
que parecería ser el mejor de su vida…tal vez la suerte se había compadecido un
poco de él.
Continuaron besándose tiernamente,
demostrándose lo mucho que se querían hasta la madrugada; sin que ocurriera
nada más, hasta que la hora se acercó, el príncipe tenía que irse, ya que Bill
no tardaría en subir a dejarle el desayuno
-¿En serio tienes que
irte?- susurró Georg recargado en su pecho mientras el otro lo abrazaba
tranquilamente.
-Mi padre quiere que
conozca a alguien… si no lo hago, me mata- respondió el rubio suspirando. El
ser príncipe le encantaba, pero últimamente le agobiaba bastante desde que
debía correr de la torre al castillo a escondidas, sin mencionar los bailes, comidas
y presentaciones a los que ni de broma podía faltar si quería conservar su
cabeza en su lugar.-pero volveré en unas horas…
-Nunca había sido tan…difícil
que te fueras- dijo el prisionero lastimosamente mientras se acercaban a la
ventana, donde el sol empezaba a salir
- Lo sé… encontraré un
modo de sacarte de aquí; lo prometo- dijo dándole un último beso para después
bajar por la extraña cuerda y montar su caballo, mientras el lindo castaño lo
observaba alejarse hasta que se perdió de vista en el bosque
-Georg- escuchó la voz
del pelinegro detrás de él poniéndose nervioso y pálido a la vez ¿¡Cuánto tiempo
llevaba Bill ahí?!
-Ehh…hola; no te
escuché llegar- dijo tartamudeando mientras el mayor de los gemelos entraba por
la puerta detrás del anterior
- Y yo entiendo que no
nos haya escuchado- dijo Tom tomando de la mano a su hermano recargándose en él…últimamente
le faltaba más la fuerza que antes.
- ¿Por qué?...yo solo…miraba
a la ventana
-Georg; no soy tonto,
lo vi entrar, salir y también irse- dijo Bill acorralándolo mentalmente sin
dejarlo inventar una excusa más.
-Por no decir que
escuchó todo- concluyó Tom dejándolo aún peor
-¡¿Cómo?!¿¡Que
escuchaste?!
-Antes que nada, no fue
a propósito. Bueno sí; pero no esperaba escuchar eso…
-Bueno yo…
-Cállate, y cuéntame cómo
fue- dijo Bill sentándose en el piso sonriendo de manera inesperada dejándolo
absolutamente sin habla…finalmente, el era su amigo, y podía confiar en él.
La tarde concluyó con
su relato, habían pasado todo el día en la torre, y era hora de bajar…
-¿Estará a punto de
llegar no?
-Bueno…si- respondió
sonrojado Georg que ya ansiaba postrarse ante la ventana a esperar a su
príncipe, al cual, le estaba costando bastante salir del palacio, después de la
noticia que su padre acababa de darle
-Te vas a casar- dijo
el rey de Luminaria a su único hijo, dejándolo en shock
-¿Qué?- preguntó el
príncipe aún sin creerlo
-He encontrado una
princesa para ti; es la hija del rey de Darkerer.
-Pero…
-Pero nada. Ya he hecho
el trato con el rey, así que obedecerás y punto
-¡No lo haré!
-No te lo estoy preguntando;
así que prepárate. Mañana irás a conocer a la princesa…
Gustav salió bufando
directo a los establos, solo para tomar su caballo y salir volando hacia la
torre; deteniéndose a la mitad del bosque… ¿Casarse? ¿Qué rayos estaba pensando
su padre? Y más importante… ¿Qué le diría a Georg?
Mientras tanto; Bill
corría con su hermano en brazos, de vuelta a casa, donde su madre tenía lista
la medicina del mayor… cada vez le faltaba más fuerza, y nadie sabía el porqué…excepto
claro, quién la estaba tomando.
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