En
su cabaña al interior del oscuro bosque; o mejor dicho, castillo aunque
por fuera no aparentara serlo, David contaba; uno, dos, tres monedas de
oro hasta llegar a las 600. ¡Que fácil era explotar al Rey!
El rey de Darkerer se lamentaba en su trono, aún rodeado de sus grandes lujos, la vida no era lo mismo desde aquél día; en que David se llevó a su único hijo; y ahora, desde aquél día, al amane
El rey de Darkerer se lamentaba en su trono, aún rodeado de sus grandes lujos, la vida no era lo mismo desde aquél día; en que David se llevó a su único hijo; y ahora, desde aquél día, al amane
cer
sus soldados llevaban 600 monedas de oro al hechicero, ya que sí no lo
hacían, amenazaba con matar al príncipe, al cual mantenía en alguna
ubicación desconocida, donde nadie pudiera encontrarlo.
Aunque ahora tenía un motivo para ser feliz, ese pesar le impedía pensar en lo que vendría ahora: su hija menor, Kristal; se casaría con el príncipe del reino vecino: Luminaria, con lo que juntando los reinos, su pueblo no se quedaría abandonado habiendo un sucesor…sin embargo, no podía evitar pensar en cómo hubieran sido sus vidas, como todo cambiaría si su adorado Georg estuviera ahí.
Él era el heredero al trono, por no decir su único hijo, el primero, al cual había adorado y fantaseado con él y su futuro desde antes de su nacimiento, y ahora; simplemente no estaba ahí. Pero ¿Qué podía hacer? Lo había buscado por todos los alrededores, sus soldados recorrieron el país entero sin encontrar un rastro de él; y aún cuando no estaba seguro de que el hechicero aún lo mantuviera con vida; seiscientas monedas le daría a diario, con tal de mantener esa esperanza.
-Padre- anunció su llegada Kristal, entrando a la sala del trono lentamente, con los ojos llorosos. Había asumido la responsabilidad de darle un rey al trono, pero eso no quería decir que fuera suya. Por no decir que hacía más de 19 años; los cuales debían tener su hermano en ese momento, el rey no tenía cabeza para otra cosa que no fuera Georg.
Mientras tanto, recorriendo el bosque oscuro, el príncipe Gustav se detuvo y sentado en las hojas caídas, pensaba en que era lo que haría.
Había prometido al castaño sacarlo de ahí, lo cual claro que pensaba hacer, pero ¿casarse? , no; definitivamente no quería casarse, y menos ahora que había encontrado a alguien a quien amaba y lo amaba por igual. Estaría loco.
-¿Qué rayos voy a hacer?- dijo levantándose horas después sin encontrar la respuesta; para dirigirse a la torre, donde Georg lo esperaba sonriente, aislado de todo lo que estaba pasando.
Aún había muchas cosas que desconocía del prisionero para atreverse a hacer algo, sin que lo pusiera en peligro, pero si había alguien que pudiera decírselo, y ese era su guarda; Bill.
Debía de poder decirle algo.
Llegó lo más rápido que pudo a la torre, y al llamado de “Georg, deja caer tu cabello” la cuerda cayo dejándolo subir con coraje.
Iba a sacar a Georg de ahí; iban a escapar, y en definitiva, ¡no se iba a casar!
-Hola- dijo el castaño recibiéndolo con un beso y tan sonriente como siempre; lo cual, le afirmaba más lo que tenía que hacer. Lo que ocurriera, no iba a poder cambiar su decisión.
-Hola- respondió olvidándolo todo al corresponderle y entrar por la ventana; sin sentir pasar la noche que se esfumó rápidamente, hasta que la hora de marcharse llegó. O al menos eso aparentaba.
Bajó hasta tierra firme; y cuando Georg se hubo retirado de la ventana, esperó entre los árboles, hasta que vio al mencionado pelinegro que llevaba una cesta y se dirigía hacia la puerta del inicio de la escalera
-¡Bill!- escuchó el pelinegro detrás poniéndose tenso y sintiendo como un escalofrío le recorría el cuerpo sin dejarlo avanzar.
-¿Si?- preguntó sin dar la vuelta intentando tomar valor y no quedarse en shock. Sabía quién era; y lo que eso significaba.
- Iré directo al grano; voy a sacar a Georg de esa torre
-¡No!- dijo el pelinegro dando la vuelta de golpe llevando su mente a su hermano mayor, que estaba en cama y hasta ahora, apenas podía moverse.
- Sé lo de tu hermano. Georg me lo ha dicho- respondió el príncipe mirándolo a los ojos. De ese momento dependía de que todo lo que tenía en la cabeza funcionara, y sin la ayuda de Bill, le iba a ser imposible.
-Lo siento; pero no voy a arriesgar a Tom. No te puedo ayudar- dijo serio disponiéndose a subir de nuevo cuando el rubio lo detuvo
- Por favor. Si me ayudas a sacarlo de ahí, llevaremos a tu hermano al castillo, donde los médicos y hechiceros lo curarán.
Bill se quedo inmóvil escuchando las palabras de aquél extraño; las cuales, le prometían una salvación a su gemelo que tal vez no encontraría de nuevo
Sin embargo, aún estaba David; el cuál no solo perseguiría a Georg, si no también a él y Tom por siempre hasta no verles el fin.
-No sabes lo que está pasando…no puedo…
-¿Por qué no me lo explicas?- insistió Gustav deteniéndolo nuevamente, y no se iba a rendir hasta que el guardia aceptara. De cualquier forma, no tenía planeado volver al palacio.
-¿Conoces a David Jost?- preguntó Bill en un suspiro resignándose. Si tenía que jugarse la vida por Tom, no tenía ningún problema en perderla.
- ¿El hechicero?- Dijo mientras el otro asentía con la cabeza- algo he oído de él…
-El es quién mantiene preso a Georg; para sobornar a su padre a pagarle por mantenerlo vivo
-¿Quién es el padre de Georg?
-El rey de Darkerer; es su único hijo
-¿¡Georg es un príncipe?!- dijo sorprendido sin poderlo creer. Y no solo eso; Darkerer…ese era con quién su padre había hecho el trato.
-Así es; pero él no lo sabe.
-¿Eso no es todo cierto?
-No. David mantiene así su cabello para hacer hechizos con él…así lo inhabilita, y ha ido olvidando todo…que es un príncipe, que podría salir, o que tiene alguien que lo espera afuera…
-Entonces… ¿lo controla por su cabello?
-Sí. Si algo no le gusta y David lo nota, no tiene que hacer más que alguna brujería para mantenerlo a raya. Sin su cabello, hace mucho que él estaría afuera…
-Bien…esto es lo que haremos- susurró al pelinegro al oído para después subir ambos hacia la torre con Tom en brazos. Ya verían que decirle a Georg, cuando fuera el tiempo…
Mientras tanto, los ejércitos de Luminaria salían por todo el país y reinos vecinos buscando a su príncipe, que llevaba desaparecido desde la audiencia con el rey, y ahora, no llegaba a la cita que tenía pendiente en el reino de Darkerer…
Aunque ahora tenía un motivo para ser feliz, ese pesar le impedía pensar en lo que vendría ahora: su hija menor, Kristal; se casaría con el príncipe del reino vecino: Luminaria, con lo que juntando los reinos, su pueblo no se quedaría abandonado habiendo un sucesor…sin embargo, no podía evitar pensar en cómo hubieran sido sus vidas, como todo cambiaría si su adorado Georg estuviera ahí.
Él era el heredero al trono, por no decir su único hijo, el primero, al cual había adorado y fantaseado con él y su futuro desde antes de su nacimiento, y ahora; simplemente no estaba ahí. Pero ¿Qué podía hacer? Lo había buscado por todos los alrededores, sus soldados recorrieron el país entero sin encontrar un rastro de él; y aún cuando no estaba seguro de que el hechicero aún lo mantuviera con vida; seiscientas monedas le daría a diario, con tal de mantener esa esperanza.
-Padre- anunció su llegada Kristal, entrando a la sala del trono lentamente, con los ojos llorosos. Había asumido la responsabilidad de darle un rey al trono, pero eso no quería decir que fuera suya. Por no decir que hacía más de 19 años; los cuales debían tener su hermano en ese momento, el rey no tenía cabeza para otra cosa que no fuera Georg.
Mientras tanto, recorriendo el bosque oscuro, el príncipe Gustav se detuvo y sentado en las hojas caídas, pensaba en que era lo que haría.
Había prometido al castaño sacarlo de ahí, lo cual claro que pensaba hacer, pero ¿casarse? , no; definitivamente no quería casarse, y menos ahora que había encontrado a alguien a quien amaba y lo amaba por igual. Estaría loco.
-¿Qué rayos voy a hacer?- dijo levantándose horas después sin encontrar la respuesta; para dirigirse a la torre, donde Georg lo esperaba sonriente, aislado de todo lo que estaba pasando.
Aún había muchas cosas que desconocía del prisionero para atreverse a hacer algo, sin que lo pusiera en peligro, pero si había alguien que pudiera decírselo, y ese era su guarda; Bill.
Debía de poder decirle algo.
Llegó lo más rápido que pudo a la torre, y al llamado de “Georg, deja caer tu cabello” la cuerda cayo dejándolo subir con coraje.
Iba a sacar a Georg de ahí; iban a escapar, y en definitiva, ¡no se iba a casar!
-Hola- dijo el castaño recibiéndolo con un beso y tan sonriente como siempre; lo cual, le afirmaba más lo que tenía que hacer. Lo que ocurriera, no iba a poder cambiar su decisión.
-Hola- respondió olvidándolo todo al corresponderle y entrar por la ventana; sin sentir pasar la noche que se esfumó rápidamente, hasta que la hora de marcharse llegó. O al menos eso aparentaba.
Bajó hasta tierra firme; y cuando Georg se hubo retirado de la ventana, esperó entre los árboles, hasta que vio al mencionado pelinegro que llevaba una cesta y se dirigía hacia la puerta del inicio de la escalera
-¡Bill!- escuchó el pelinegro detrás poniéndose tenso y sintiendo como un escalofrío le recorría el cuerpo sin dejarlo avanzar.
-¿Si?- preguntó sin dar la vuelta intentando tomar valor y no quedarse en shock. Sabía quién era; y lo que eso significaba.
- Iré directo al grano; voy a sacar a Georg de esa torre
-¡No!- dijo el pelinegro dando la vuelta de golpe llevando su mente a su hermano mayor, que estaba en cama y hasta ahora, apenas podía moverse.
- Sé lo de tu hermano. Georg me lo ha dicho- respondió el príncipe mirándolo a los ojos. De ese momento dependía de que todo lo que tenía en la cabeza funcionara, y sin la ayuda de Bill, le iba a ser imposible.
-Lo siento; pero no voy a arriesgar a Tom. No te puedo ayudar- dijo serio disponiéndose a subir de nuevo cuando el rubio lo detuvo
- Por favor. Si me ayudas a sacarlo de ahí, llevaremos a tu hermano al castillo, donde los médicos y hechiceros lo curarán.
Bill se quedo inmóvil escuchando las palabras de aquél extraño; las cuales, le prometían una salvación a su gemelo que tal vez no encontraría de nuevo
Sin embargo, aún estaba David; el cuál no solo perseguiría a Georg, si no también a él y Tom por siempre hasta no verles el fin.
-No sabes lo que está pasando…no puedo…
-¿Por qué no me lo explicas?- insistió Gustav deteniéndolo nuevamente, y no se iba a rendir hasta que el guardia aceptara. De cualquier forma, no tenía planeado volver al palacio.
-¿Conoces a David Jost?- preguntó Bill en un suspiro resignándose. Si tenía que jugarse la vida por Tom, no tenía ningún problema en perderla.
- ¿El hechicero?- Dijo mientras el otro asentía con la cabeza- algo he oído de él…
-El es quién mantiene preso a Georg; para sobornar a su padre a pagarle por mantenerlo vivo
-¿Quién es el padre de Georg?
-El rey de Darkerer; es su único hijo
-¿¡Georg es un príncipe?!- dijo sorprendido sin poderlo creer. Y no solo eso; Darkerer…ese era con quién su padre había hecho el trato.
-Así es; pero él no lo sabe.
-¿Eso no es todo cierto?
-No. David mantiene así su cabello para hacer hechizos con él…así lo inhabilita, y ha ido olvidando todo…que es un príncipe, que podría salir, o que tiene alguien que lo espera afuera…
-Entonces… ¿lo controla por su cabello?
-Sí. Si algo no le gusta y David lo nota, no tiene que hacer más que alguna brujería para mantenerlo a raya. Sin su cabello, hace mucho que él estaría afuera…
-Bien…esto es lo que haremos- susurró al pelinegro al oído para después subir ambos hacia la torre con Tom en brazos. Ya verían que decirle a Georg, cuando fuera el tiempo…
Mientras tanto, los ejércitos de Luminaria salían por todo el país y reinos vecinos buscando a su príncipe, que llevaba desaparecido desde la audiencia con el rey, y ahora, no llegaba a la cita que tenía pendiente en el reino de Darkerer…