miércoles, 14 de noviembre de 2012

Rapunzel- Capítulo 3


En su cabaña al interior del oscuro bosque; o mejor dicho, castillo aunque por fuera no aparentara serlo, David contaba; uno, dos, tres monedas de oro hasta llegar a las 600. ¡Que fácil era explotar al Rey!
El rey de Darkerer se lamentaba en su trono, aún rodeado de sus grandes lujos, la vida no era lo mismo desde aquél día; en que David se llevó a su único hijo; y ahora, desde aquél día, al amane
cer sus soldados llevaban 600 monedas de oro al hechicero, ya que sí no lo hacían, amenazaba con matar al príncipe, al cual mantenía en alguna ubicación desconocida, donde nadie pudiera encontrarlo.
Aunque ahora tenía un motivo para ser feliz, ese pesar le impedía pensar en lo que vendría ahora: su hija menor, Kristal; se casaría con el príncipe del reino vecino: Luminaria, con lo que juntando los reinos, su pueblo no se quedaría abandonado habiendo un sucesor…sin embargo, no podía evitar pensar en cómo hubieran sido sus vidas, como todo cambiaría si su adorado Georg estuviera ahí.
Él era el heredero al trono, por no decir su único hijo, el primero, al cual había adorado y fantaseado con él y su futuro desde antes de su nacimiento, y ahora; simplemente no estaba ahí. Pero ¿Qué podía hacer? Lo había buscado por todos los alrededores, sus soldados recorrieron el país entero sin encontrar un rastro de él; y aún cuando no estaba seguro de que el hechicero aún lo mantuviera con vida; seiscientas monedas le daría a diario, con tal de mantener esa esperanza.
-Padre- anunció su llegada Kristal, entrando a la sala del trono lentamente, con los ojos llorosos. Había asumido la responsabilidad de darle un rey al trono, pero eso no quería decir que fuera suya. Por no decir que hacía más de 19 años; los cuales debían tener su hermano en ese momento, el rey no tenía cabeza para otra cosa que no fuera Georg.
Mientras tanto, recorriendo el bosque oscuro, el príncipe Gustav se detuvo y sentado en las hojas caídas, pensaba en que era lo que haría.
Había prometido al castaño sacarlo de ahí, lo cual claro que pensaba hacer, pero ¿casarse? , no; definitivamente no quería casarse, y menos ahora que había encontrado a alguien a quien amaba y lo amaba por igual. Estaría loco.
-¿Qué rayos voy a hacer?- dijo levantándose horas después sin encontrar la respuesta; para dirigirse a la torre, donde Georg lo esperaba sonriente, aislado de todo lo que estaba pasando.
Aún había muchas cosas que desconocía del prisionero para atreverse a hacer algo, sin que lo pusiera en peligro, pero si había alguien que pudiera decírselo, y ese era su guarda; Bill.
Debía de poder decirle algo.
Llegó lo más rápido que pudo a la torre, y al llamado de “Georg, deja caer tu cabello” la cuerda cayo dejándolo subir con coraje.
Iba a sacar a Georg de ahí; iban a escapar, y en definitiva, ¡no se iba a casar!
-Hola- dijo el castaño recibiéndolo con un beso y tan sonriente como siempre; lo cual, le afirmaba más lo que tenía que hacer. Lo que ocurriera, no iba a poder cambiar su decisión.
-Hola- respondió olvidándolo todo al corresponderle y entrar por la ventana; sin sentir pasar la noche que se esfumó rápidamente, hasta que la hora de marcharse llegó. O al menos eso aparentaba.
Bajó hasta tierra firme; y cuando Georg se hubo retirado de la ventana, esperó entre los árboles, hasta que vio al mencionado pelinegro que llevaba una cesta y se dirigía hacia la puerta del inicio de la escalera
-¡Bill!- escuchó el pelinegro detrás poniéndose tenso y sintiendo como un escalofrío le recorría el cuerpo sin dejarlo avanzar.
-¿Si?- preguntó sin dar la vuelta intentando tomar valor y no quedarse en shock. Sabía quién era; y lo que eso significaba.
- Iré directo al grano; voy a sacar a Georg de esa torre
-¡No!- dijo el pelinegro dando la vuelta de golpe llevando su mente a su hermano mayor, que estaba en cama y hasta ahora, apenas podía moverse.
- Sé lo de tu hermano. Georg me lo ha dicho- respondió el príncipe mirándolo a los ojos. De ese momento dependía de que todo lo que tenía en la cabeza funcionara, y sin la ayuda de Bill, le iba a ser imposible.
-Lo siento; pero no voy a arriesgar a Tom. No te puedo ayudar- dijo serio disponiéndose a subir de nuevo cuando el rubio lo detuvo
- Por favor. Si me ayudas a sacarlo de ahí, llevaremos a tu hermano al castillo, donde los médicos y hechiceros lo curarán.
Bill se quedo inmóvil escuchando las palabras de aquél extraño; las cuales, le prometían una salvación a su gemelo que tal vez no encontraría de nuevo
Sin embargo, aún estaba David; el cuál no solo perseguiría a Georg, si no también a él y Tom por siempre hasta no verles el fin.
-No sabes lo que está pasando…no puedo…
-¿Por qué no me lo explicas?- insistió Gustav deteniéndolo nuevamente, y no se iba a rendir hasta que el guardia aceptara. De cualquier forma, no tenía planeado volver al palacio.
-¿Conoces a David Jost?- preguntó Bill en un suspiro resignándose. Si tenía que jugarse la vida por Tom, no tenía ningún problema en perderla.
- ¿El hechicero?- Dijo mientras el otro asentía con la cabeza- algo he oído de él…
-El es quién mantiene preso a Georg; para sobornar a su padre a pagarle por mantenerlo vivo
-¿Quién es el padre de Georg?
-El rey de Darkerer; es su único hijo
-¿¡Georg es un príncipe?!- dijo sorprendido sin poderlo creer. Y no solo eso; Darkerer…ese era con quién su padre había hecho el trato.
-Así es; pero él no lo sabe.
-¿Eso no es todo cierto?
-No. David mantiene así su cabello para hacer hechizos con él…así lo inhabilita, y ha ido olvidando todo…que es un príncipe, que podría salir, o que tiene alguien que lo espera afuera…
-Entonces… ¿lo controla por su cabello?
-Sí. Si algo no le gusta y David lo nota, no tiene que hacer más que alguna brujería para mantenerlo a raya. Sin su cabello, hace mucho que él estaría afuera…
-Bien…esto es lo que haremos- susurró al pelinegro al oído para después subir ambos hacia la torre con Tom en brazos. Ya verían que decirle a Georg, cuando fuera el tiempo…
Mientras tanto, los ejércitos de Luminaria salían por todo el país y reinos vecinos buscando a su príncipe, que llevaba desaparecido desde la audiencia con el rey, y ahora, no llegaba a la cita que tenía pendiente en el reino de Darkerer…

Torero- Capítulo 14-Guadalajara ; Jalico, México


-¡Agatha! ¡Agatha!- corría la chica de ojos almendrados llamándola por toda la casa

-¿Qué pasa? Estás armando un escándalo que se oye hasta la esquina-respondió la muchacha alta y delgada con largo cabello rizado al escuchar su nombre

-Ha
vuelto…Bill está aquí-dijo sonriendo ante la cara de sorpresa de la otra que no podía acabar de creerlo

-¿Lo viste? ¿Hablaste con él?- preguntó apurada dirigiéndose a la habitación de la menor, cerrando la puerta antes de que Rubí pudiera escuchar algo.

-Un poco, pero es bastante necio. No podía decirle nada frente a su novio de cualquier forma.

-¿Su novio? …Vaya…

Lo sé; pero Rubí…

-¡ESMERALDA! ¡ÁGATHA!- escucharon fuera la voz de la mayor tornando tenso el ambiente sabiendo lo que se avecinaba.

-¿Algún problema?- preguntó Agatha al abrir la puerta intentado tranquilizarse

-No se hagan tontas; que ¡de nada servirán sus malditos planes! ¿¡Escucharon?!

-Nadie ha hecho planes, deja de decir estupideces; que las tres sabemos lo que va a pasar

-¡Ese bastardo no…!

-¡YA! ¡NO PUEDES QUITARLE A BILL LO QUE LE CORRESPONDE; RUBÍ! ¡NI TÚ OBLIGARLO A TOMARLO; ESMERALDA!

-¡NO LE CORRESPONDE!

-¡CLARO QUE SI; Y PAPÁ LO DIJO!

-¡ESO NO IMPORTA! ¡Nadie hará nada hasta que el mismo lo haya decidido!

Rubí salió ignorando razones directo a las caballerizas completamente perdida en su mente.

El no era su hermano; no era un Montemayor; solo un estorbo que su padre había cargado por años y ahora seguía dando problemas.

Montó a su caballo “Tormenta” y recorrió los alrededores pensando en como quitarlo de en medio. Debía de haber una forma; total, ni siquiera era de su sangre.

Mientras, en la habitación, Agatha pensaba en alguna forma de; más que no meterse, el proteger a su único hermano, que por lo que veía, realmente estaba a nada de entrar en una lucha de poderes que se había desatado en esa casa desde que su padre murió.

Bill siempre había sido excelente con cada una de ellas, y siempre había estado ahí apara apoyarlas , al menos ; hasta hacía dos años cuando había abandonado su hogar, el rancho en el que los cuatro habían crecido en el estado de Hidalgo ; sin que nadie pudiera detenerlo.

Mucho tiempo intentó encontrar ; saber de él, tener alguna pista, sin ningún resultado hasta que un día; haciendo negociaciones en Italia ; vio su fotografía en un periódico, vestido con un uniforme negro con hilos de oro, idéntico al de su padre para salir al ruedo, esquivando un enorme todo de manera magistral, solo como los Montemayor sabían hacerlo.

Tal vez no podía hablar con él, pero al menos sabía que estaba bien. Y pasara lo que pasara, no dejaría que Rubí lo envolviera en su juego por el mando de la familia, ni que Esmeralda lo metiera en un problema todavía más grande.

La noche transcurrió agitada en la casa de Guadalajara de la familia Montemayor, sin que el pelinegro supiera que aquello ocurría, y menos por su llegada. La competencia comenzaba a primera hora, y esta vez; si no podía dejar todo a la ligera.

-“Espíritu” esta listo; ¿Qué falta?- preguntó Gael intentando no presionar de más a su jefe sabiendo que Bill odiaba que le dijeran que hacer. Llevaban trabajando desde las cuatro de la mañana.

-Gracias. ¿Los demás caballos también? Hace falta peinarlos y protegerlos…los toros mexicanos son bravos.

-¿Para ti son bravos?

-Azulejo es un amor al lado de esas cosas-respondió extendiendo la manta con el nombre “Du Lyon” desde donde todos pudieran verlo.

-¿Estas consciente de que son las seis de la mañana verdad?- preguntó Tom acercándose con una ligera chamarra del pelinegro puesta y bostezando

-Creí que estabas dormido- respondió besándolo suavemente y abrazándolo al verlo aún adormilado. Lo había dejado completamente dormido al levantarse para preparar todo, precisamente para que no sintiera el frío.

-Si; pero me dejaste solo…

-Lo siento, debí haberte avisado- se disculpó sonriendo. Las rubias restas del patinador caían desordenadas por su espalda, y su pantalón azul de cuadritos delataba que aún iba en pijama; a diferencia de él, que llevaba su traje de gala y estaba perfectamente peinado.

-¿Qué haces aquí tan temprano? Ni siquiera hay sol…

-Soy un vampiro- bromeó el torero- y tú; se supone que tu primer competencia es hoy…

-Cierto…creo que debería ir por mi patineta…y a bañarme

-Yo diría…

Agatha termino su peinado con una flor azul entrelazada entre los mechones ligeramente sueltos de su largo cabello rizado, y salió buscando por “Huracán”; un bello caballo blanco de crin negra perfectamente arreglado y con el cabello trenzado por ella misma.

-Hoy volveremos a ver a alguien; precioso- dijo al caballo que la miró de manera curiosa y se quedaba inmóvil mientras ella subía a su lomo.

Tal como presentía, Rubí no se levantaría para aquella hora y aprovechándolo, mandó a los peones de la hacienda a preparas sus cosas y cambiar el nombre de su hermana por el suyo antes de que se diera cuenta.

-Agatha Montemayor- dijo un hombre detrás de ella haciéndola rodar los ojos y mirarlo con pesadez.

-¿Qué haces aquí Ricardo?

-¿Yo? Nada. Mejor dicho ¿Qué estás haciendo tú aquí linda?

-Cállate. Si pensabas llevarle el chisme a Rubí; corre, que me tiene sin cuidado.

-Que agresiva; ¿Por qué lo crees?

-¿Por qué será?- contesto sarcásticamente saliendo en cualquier dirección con tal de perderlo de vista; llegando como por arte de magia justo donde una gran manta de letras doradas, formaba las palabras “Du Lyon” encima de algunos corrales.

Fue ahí donde lo vio; e inevitablemente reconoció a su hermano menor.

Bill, mucho más alto de lo que lo recordaba; besaba en los labios a un guapo rubio de tez bronceada, casi tan alto como él.

No pudo evitar sonreír al observar la escena captando los profundos sentimientos de ambos que inundaban el ambiente a su alrededor. Parecían amarse más que a cualquier otra cosa en el mundo.

Avanzó antes de que pudieran verla, y fue directamente a donde la lona con la inscripción MONTEMAYOR era colocada por los muchachos a toda prisa, justo para cuando ella llegara.

Quería que se quedara, anhelaba tener de nuevo a su hermano cerca, pero también podía ver otra cosa, que al parecer, no estaba tomando en cuenta.

Bill era feliz.

No solo era feliz, estaba bien, y también, aún cuando no conocía al rubio que lo acompañaba, ahora tenía a alguien que lo quería…eso no valía la pena sacrificarlo

-Daniel…

-¿Si señorita?- atendió el caporal de inmediato acercándose a la muchacha que bajaba del bello corcel

-¿Ya han abierto las apuestas?

-Si señorita…

-Toma- dijo extendiéndole una bolsa un tanto pesada

-¿A su nombre?

-No – dijo ella recordando la escena- ponlos a Du Lyon

-¿Va a dejarlo ganar?- preguntó el joven confundido ante su petición

-No; pero tengo fe en ese torero. No le ha sido fácil llegar hasta aquí- concluyó dejando a “Huracán” a un lado y andando hacia las gradas de los participantes…ya buscaría a Bill después para hablar un poco, y tal vez, conocer a su nuevo cuñado.

Mientras tanto, a menos de un kilometro de distancia; Georg recorría ansioso el lugar, buscando preocupado al rubio que desde su llegada a la ciudad, no había visto por ningún lado, y al haberlo dejado en tales condiciones, en verdad le importaba encontrarlo

-¡Gustav!- dijo al ver algo parecido al chico andando solo en el frío cerca de los corrales de los toros, que bien parecía que se escaparían en cualquier momento arrasando con lo que encontraran en su camino.

-¿Eh?- volteó el otro saliendo de sus pensamientos antes de hacer alguna tontería- ¿Georg?

-¿Qué haces aquí?

-Me perdí- mintió son revelar su verdadero propósito agradeciendo haberse quedado sin lagrimas hacía un par de horas al grado que sería imposible notarlas

-Que manera de perderse…- respondió el castaño de ojos verdes un tanto aliviado-¿Quieres ir al cine?

-¿Qué?- preguntó Gustav incrédulo ante la repentina proposición que definitivamente no esperaba

-Eso, u otra cosa si quieres…suponiendo que no tengas algo que hacer…

-Claro- respondió sorprendiéndose a si mismo al aceptar

-Bueno; súbete- respondió señalando la parte de atrás de su motocicleta y entregándole un casco de color verde. El subió rápidamente sosteniéndose de su cintura y partieron hacia el centro de la ciudad, donde aún cuando los locales estuvieran cerrados, el cielo regiomontano daba una hermosa vista ante la salida del sol.

Georg estacionó el vehículo y comenzaron a andar por las calles aledañas al zócalo, de momento, casi desierto

-¿Cómo me encontraste?- preguntó el rubio de pronto mientras caminaba a su lado

-A decir verdad; te estaba buscando- respondió Georg haciéndolo sonrojar levemente sin darse cuenta-me dejaste…preocupado desde que bajamos del autobús

Preocupado…Gustav repitió la palabra en su mente un tanto extraña para el. Preocupado…Georg se había apurado a encontrarlo; le importaba lo que le pasara. ¿Por que?

Casi eran extraños, y ahora estaba con él andando como si nada por una ciudad desconocida

-Pues…me encontraste

-Me costo bastante…te escondiste muy bien- dijo sonriendo haciéndolo sentir extraño y algo apenado

-No vuelvo a jugar a las escondidas contigo- bromeó haciendo reír al castaño que no podía imaginarse la escena. Solo había jugado eso con su perro, y desde entonces hacía más de diez años. Ya que nunca había nadie con él, el perro era un amor de compañero de juegos para un niño solitario de ocho años.

-No; porque seguro pierdo

La película acabó cerca de las ocho de la noche, aún cuando habían salido tan temprano. De cualquier forma, el tiempo se había ido volando para ambos, que lejos de ver el reloj, dentro de sí anhelaban que este se detuviera; sobre todo el rubio, que más que una salida significaba algo diferente

No se sentía solo

-Y tú ¿de donde vienes? Hablas un alemán muy…avanzado

-De Magdenburgo- respondió Georg mirándolo a los ojos- ¿y tú?

-Berlín; aunque crecí en Moscú

-Ahora entiendo el ruso…bueno; no literalmente- finalizo antes de que el otro comenzara a decir frases en el idioma extraño para el

-Alemán entonces- sonrió Gustav dejándolo impactado. Jamás lo había visto sonreír…

lunes, 12 de noviembre de 2012

Parunzel- Capítulo 2



Esa noche; al igual que cada una desde que había encontrado al chico de aquella torre; el príncipe Gustav salió ansioso del palacio sin que su padre lo notara, por el camino que ya conocía bien.
Hubiera o no luna, así las estrellas se pusieran o decidieran esconderse por completo, lloviera, relampagueara, o lo que fuera; cada noche llegaba justo a la misma hora bajo la ventana, donde el castaño ya lo esperaba.
Georg se sentó sobre la ventana, esperando el llamado que tanto anhelaba desde hacía unas horas; ya que el príncipe había partido directo a una presentación real…a él no le importaba mucho aquello, a decir verdad todo aquello de la realeza le causaba tristeza y nostalgia por ni siquiera poder verlo; así que prefería evitarlo, a menos que el rubio le contase algo.
Lo que ninguno sabía; era que justo después de volver con su hermano en brazos, Bill subió la escalera de nuevo; quedándose al toro lado de la puerta. Pensaba aguardar toda la noche si fuera necesario, escuchando cada movimiento, para saber qué era lo que tenía a Georg tan inquieto.
El castaño no dejaba de moverse de un lado al otro, cada vez estaba más ansioso y no tenía idea del por qué; simplemente era un extraño sentimiento.
-¡Georg; deja caer tu cabello!- escuchó finalmente viendo el corcel blanco del príncipe bajo su ventana, a lo que sin perder un solo segundo, lanzó la enorme cuerda hacia abajo, donde Gustav, ya con bastante práctica en ello, subió rápidamente en contraste con las primeras veces que lo intentó, donde Georg lo salvó varis veces halando de él antes de que cayera al vacío por causa de su poca agilidad.
-Hola- dijo el castaño sonriendo formando una atmosfera distinta a la que acostumbraban, y Gustav sabía exactamente por qué.
-Hola- respondió el príncipe mientras caminaban hacia la mesa, donde Georg tenía preparada algo parecido a una cena; con aquello que Bill le había llevado por la tarde, algo que siempre hacía…pero esa vez, sería diferente…
-Ven; ¿Hoy que vamos a hacer?- preguntó Georg cual niño pequeño; un rasgo que al rubio le encantaba de él. Al estar apartado del mundo, su inocencia y amabilidad era impresionante…por no decir su belleza
-Georg…tengo que hablar contigo…-dijo inseguro odiando sentirse así, aún cuando sabía que tenía el mundo en contra.
-¿Qué…que pasa?- pregunto con temor el castaño, que desde hacía días temía que el hecho de que todo fuera bien, era demasiado bueno para ser real. La suerte acostumbraba ponerse en contra suya; la prueba era que seguía en esa torre… ¿Por qué esta vez debería ser distinta?
-Georg yo… ¡me gustas!- soltó sintiendo sus mejillas arder esperando alguna reacción por parte del otro, que simplemente sonreía tranquilamente
-Tú también me gustas- dijo tal cual si hablaran del clima o alguna otra cosa
-No; no me refiero a eso…yo…Ahh- tartamudeaba el príncipe inseguro de cómo proceder; y Georg no se lo estaba haciendo sencillo; sabía que no era su culpa, pero esperaba que con ello entendiera sus sentimientos
-Gustav…- susurró el otro hasta que los labios del rubio conquistaron los suyos, dejándolo no solo sin habla, si no también sin aliento y además; confundido. Sin embargo, no era algo que quisiera detener.
Fuera de la habitación, Bill escuchaba sorprendido los últimos segundos de conversación entre aquellos dos, y estaba decidido a entrar, al menos hasta que el “me gustas” inseguro de aquel chico de suave voz lo hizo desistir de golpe dejándolo pegado a la puerta…
Lo más lento y silencioso que puso se puso de pie, y comenzó a bajar las escaleras tratando de no interrumpir nada… fuera lo que fuera a decir Georg, podía esperar a mañana para reprenderlo; además, debía de contárselo a su hermano.
-Me gustas…pero no de la manera que tú piensas- dijo el príncipe a solo centímetros de su rostro, donde podía sentir perfectamente su respiración cálida rebotando en sus mejillas, haciéndolo sonrojar cada vez más.
- A esta altura, creo que pienso de la misma manera- contestó el castaño volviendo a juntar sus labios sin saber exactamente que podría decir. Lo único que sabía de aquello venía de meros cuentos de hadas fantásticos y no quería arruinar aquel momento, que parecería ser el mejor de su vida…tal vez la suerte se había compadecido un poco de él.
Continuaron besándose tiernamente, demostrándose lo mucho que se querían hasta la madrugada; sin que ocurriera nada más, hasta que la hora se acercó, el príncipe tenía que irse, ya que Bill no tardaría en subir a dejarle el desayuno
-¿En serio tienes que irte?- susurró Georg recargado en su pecho mientras el otro lo abrazaba tranquilamente.
-Mi padre quiere que conozca a alguien… si no lo hago, me mata- respondió el rubio suspirando. El ser príncipe le encantaba, pero últimamente le agobiaba bastante desde que debía correr de la torre al castillo a escondidas, sin mencionar los bailes, comidas y presentaciones a los que ni de broma podía faltar si quería conservar su cabeza en su lugar.-pero volveré en unas horas…
-Nunca había sido tan…difícil que te fueras- dijo el prisionero lastimosamente mientras se acercaban a la ventana, donde el sol empezaba a salir
- Lo sé… encontraré un modo de sacarte de aquí; lo prometo- dijo dándole un último beso para después bajar por la extraña cuerda y montar su caballo, mientras el lindo castaño lo observaba alejarse hasta que se perdió de vista en el bosque
-Georg- escuchó la voz del pelinegro detrás de él poniéndose nervioso y pálido a la vez ¿¡Cuánto tiempo llevaba Bill ahí?!
-Ehh…hola; no te escuché llegar- dijo tartamudeando mientras el mayor de los gemelos entraba por la puerta detrás del anterior
- Y yo entiendo que no nos haya escuchado- dijo Tom tomando de la mano a su hermano recargándose en él…últimamente le faltaba más la fuerza que antes.
- ¿Por qué?...yo solo…miraba a la ventana
-Georg; no soy tonto, lo vi entrar, salir y también irse- dijo Bill acorralándolo mentalmente sin dejarlo inventar una excusa más.
-Por no decir que escuchó todo- concluyó Tom dejándolo aún peor
-¡¿Cómo?!¿¡Que escuchaste?!
-Antes que nada, no fue a propósito. Bueno sí; pero no esperaba escuchar eso…
-Bueno yo…
-Cállate, y cuéntame cómo fue- dijo Bill sentándose en el piso sonriendo de manera inesperada dejándolo absolutamente sin habla…finalmente, el era su amigo, y podía confiar en él.
La tarde concluyó con su relato, habían pasado todo el día en la torre, y era hora de bajar…
-¿Estará a punto de llegar no?
-Bueno…si- respondió sonrojado Georg que ya ansiaba postrarse ante la ventana a esperar a su príncipe, al cual, le estaba costando bastante salir del palacio, después de la noticia que su padre acababa de darle
-Te vas a casar- dijo el rey de Luminaria a su único hijo, dejándolo en shock
-¿Qué?- preguntó el príncipe aún sin creerlo
-He encontrado una princesa para ti; es la hija del rey de Darkerer.
-Pero…
-Pero nada. Ya he hecho el trato con el rey, así que obedecerás y punto
-¡No lo haré!
-No te lo estoy preguntando; así que prepárate. Mañana irás a conocer a la princesa…
Gustav salió bufando directo a los establos, solo para tomar su caballo y salir volando hacia la torre; deteniéndose a la mitad del bosque… ¿Casarse? ¿Qué rayos estaba pensando su padre? Y más importante… ¿Qué le diría a Georg?
Mientras tanto; Bill corría con su hermano en brazos, de vuelta a casa, donde su madre tenía lista la medicina del mayor… cada vez le faltaba más fuerza, y nadie sabía el porqué…excepto claro, quién la estaba tomando.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Rapunzel-Capítulo 1



Cuenta la leyenda, acerca de una hermosa joven de largos cabellos dorados atrapada en una torre…cada historia tiene su parte de verdad, pero ¿tan diferente? Bien parecería imposible, pero Georg ya había comprobado que no era así.
Atrapado en la punta de una alta torre, el castaño de ojos verdes se lamentaba solo mirando hacia abajo, al piso; como si ello pudiera acercarlo un solo centímetro más. Llevaba años en aquél monumento, dese que era tan solo un niño de 5 años.
¿Por qué?, ni él lo sabía, pero había algo cierto, es que Bill el guardían de la torre ; asi como el dueño de ella, su celda y al parecer, su vida, no iba a dejarlo bajar nunca, en un afán desconocido por arrebatarle su libertad.
Si bien ya se había acostumbrado a la estadía ahí, ya que no le faltaba nada, y a decir verdad tenía muchas cosas en las cuales entretenerse y olvidar su problema, eso no era vivir.
Eso, y otra cosa. Su cabello largo y lacio había crecido y crecido, al grado de extenderse por toda la gran habitación que conformaba su celda; “una celda de lujo”.
-¡Georg!- escuchó la voz de Bill acercándose apareciendo de pronto por la puerta que daba a las escaleras de la torre; la cual, siempre cerraba con triple llave impidiéndole salir. 
Bill nunca lo había tratado mal, al contrario; hasta podrían parecer amigos y tal cual, lo eran. 
Sabía bien que aunque Bill era quién subía cada día llevándole comida, alguna que otra petición suya y medicinas si llegaba a enfermarse, aquél alto y delgado pelinegro de finas facciones no era su verdadero captor. 
-¿Qué pasa?- preguntó bajando de la ventana con desánimo volteando a la puerta. Ahí estaba el cómo cada día, justo a la misma hora, trayendo una canasta llena de comida preparada y caliente, que había preparado él.
- No estés así… esto acabará, tranquilo….
-La pregunta es ¿Cuándo?...
Bill se marchó sabiendo que el castaño no quería hablar dejándole solamente el encargo de su jefe; David.
Tanto como Georg el quería sacarle de ahí, por alguna razón olvidar las llaves o algo, pero en verdad necesitaba el trabajo. Con su hermano gemelo enfermo y su madre ya adulta, no podía darse el lujo de quedarse sin nada, ya que era el único sostén de su familia.
Treinta monedas de oro; era lo que recibía cada día por subir y bajar de la torre pasado el medio día,  y aunque bien podría parecer bastante, el que Tom estuviera enfermo no ayudaba mucho. Su madre sabía cómo curarlo, pero los ingredientes para el tónico eran caros, y amaba a su hermano más que a su vida…
Georg lo sabía, y por eso, no insistía en lo absoluto. Incluso había llevado a Tom de incógnito para entretener un rato a ambos, que se habían vuelto amigos rápidamente ;pero su tiempo de espera, parecía interminable…
Una noche; en la cual la luna se había ocultado indignada por alguna razón; una noche completamente negra donde incluso temía asomarse a la ventana por tal oscuridad mientras su espacio yacía alumbrado con todas las velas que encontró, un joven alto y rubio vagaba por el bosque chocando casi en cuanto se reponía del golpe anterior; aunque quién se llevaba los verdaderos golpes era su bello caballo blanco.
-Dios; ¿Qué se supone que haga ahora?- se preguntaba sintiéndose incapaz de seguir, ahora era cuando sentía el peso de su desobediencia.
Su padre, el rey; le había prohibido salir, más de noche sabiendo que aquel bosque estaba encantado por uno de los hechiceros más peligrosos buscado por el ejercito de varios reinos, pero un paseo a la puesta del sol le había parecido inofensivo, al menos hasta que la luz se apagó.
De repente, entre la penumbra total donde los arboles muy seguramente no alcanzaban a cubrir el cielo, una pequeña luz amarillenta muy apagada, se distinguía levemente a lo lejos; donde acababa el bosque.
Sin pensarlo emprendió de nuevo el camino con obstáculos  hacia ella, acercándose cada vez más, al grado de verla más grande, más luminosa y también más cálida.
Pronto llego a la tan esperada torre labrada en marfil y chapas de oro, y maravillado por ella, comenzó a buscar la entrada, la cual, le prometía el camino hacia la escasa luz que se divisaba.
Arriba, a casi 90 metros de tierra firme, Georg se estremecía comenzando a temer, pero aún sin atreverse a averiguar que ocurría. Llevaba más de media hora escuchando pasos y sonidos extraños, los cuales, cada vez se oían más cerca a través de la puerta que ocultaba la gloriosa escalera que permanecía vedada para él desde que tenía memoria.
-¿B-Bill? ¿Eres tú?- tartamudeó inseguro mirando a la puerta donde se detenía el sonido
-¿Hay alguien ahí?- escuchó una voz del toro lado, soltando un grito ahogado y sintiendo un impulso difícil de evitar de huir, pero algo en si mismo le decía que no lo hiciera.
-¿Quién eres y… ¡que quieres?!- preguntó el castaño asustad al menos sabiendo que esa puerta jamás se abriría, y menos en ese momento
-Lamento asustarte, soy Gustav Schäfer, el príncipe del reino Luminaria…
El muchacho de ojos verdes no tenía ni la más mínima idea de que reino era aquél ni nada de eso, pero  por lo menos la palabra príncipe le inspiraba más confianza…
-Y… ¿Qué estás haciendo aquí?
- Como notarás no hay mucha luz afuera que digamos… y  me perdí en el bosque…vi tu luz y llegué hasta aquí…
-Ya veo- susurró Georg compadeciéndose de el ya que no le parecía una mala persona…ni siquiera sabía que es estaba ahí, había llegado por casualidad…-pues…
-Te agradecería mucho que me dejaras entrar, también está haciendo frío afuera y está cerca la hora oscura…
-Me encantaría pero…no puedo; estoy encerrado aquí…
-¿Cómo?- preguntó Gustav confundido; aquella bella torre parecería más bien una parte de un palacio
-Nunca he salido de aquí…esa puerta tiene tres cerraduras, y yo no tengo las llaves- dijo  con desilusión lo que ya tenía muy claro. Le hubiera encantado conocerlo…
-Bueno, habrá otra forma no…por lo que vi; tienes una ventana muy grande justo al frente
-Bajar por ahí sería un suicidio…
-No me refiero a bajar; si no a subir… solo necesitas algo lo suficientemente largo para que llegue hasta allá abajo y yo suba por fuera…
-Ya veo- respondió Georg sin poder evitar que su cara se iluminara al decirlo…ahora el verdadero problema ¿de dónde sacaría algo tan largo? Ni amarrando toda su ropa y la de la cama llegaría a tal altura…a menos que fuera algo diferente y que le estorbaba un poco desde hacía años- no importa si es algo… ¿raro?
- Cualquier cosa sería mejor que platicar a través de una puerta ¿no te parece?
-Está bien, vuelve a la ventana, encontrarás con que subir-dijo emocionado comenzando a recoger su cabello con ambas manos revolviéndose un poco
-De acuerdo, ahora voy… ¿Cuál dices que es tu nombre?
-Georg- dijo el prisionero corriendo a la ventana esperando a verlo abajo…pero no había luz alguna; 
 ¿Cómo lo sabría?
-¡Georg! ¡Georg!
-¿Gustav?- pregunto atento esperando por la respuesta
-Estoy abajo; ¿Cómo subo?
-Así- dijo tomando la punta de su larga cabellera dejándola caer; mientras el otro miraba maravillado la suave y sedosa cuerda que le serviría de escalera
-Vaya…-dijo impresionado subiendo al instante por las paredes blancas de la torre, intentando no perder el equilibrio sujetándose fuertemente, sabiendo que el otro no lo dejaría caer.
Minutos después, completamente cansado llegó arriba; olvidando todo su pesar en cuanto vio a aquel que lo recibía.
Ahí; en la cima, el dueño de la suave voz que había escuchado resaltaba entre todo lo demás con su piel blanca, facciones finas y unos grandes y profundos ojos verde escarlata, que lo miraban maravillado como si aún no pudiera creerlo.
-¿Gustav?- dijo el hermoso ser acercándose con cautela, tal cual si aún temiera…
-Gracias por…ayudarme a subir.- contestó asintiendo con una sonrisa- Lindo cabello
-Gracias…creo- respondió Georg desviando la mirada. Aquel joven que acababa de descubrirlo le daba grandes esperanzas por alguna razón, la cual, no tardó mucho en averiguar.
Desde ese día, cada noche, hubiera o no luna; el Príncipe Gustav aparecía a la misma hora bajo su ventana, y al llamado de “Georg, deja caer tu cabello” subía acompañándolo hasta que amanecía, o en ocasiones dependiendo de los deberes de su majestad, hasta que la ida diaria de Bill estaba peligrosamente cerca.
-¿Qué te ocurre Georg? ¿No te sientes bien?- preguntaba el pelinegro desde hacía unas semanas, en las que el castaño que aún en su situación se mostraba alegre la mayoría del tiempo exceptuando algunos días, ahora dormía la mayor parte del tiempo y parecía que, aun cuando disfrutaba su compañía, procuraba que se retirara lo más rápido que se pudiera.
Incluso intentó llevar a Tom algunas veces cuando el gemelo mayor se sentía bien, pero el resultado era el mismo.
-Debes resolverlo Bill- dijo Tom cuando se disponían a bajar de la torre con cuidado, ya que era una larga escalera
-Ya lo sé… si David se entera, esto puede ponerse peor aún- respondió bajándolo en brazos como acostumbraba, mientras el otro se aferraba a su cuello.
Si David se enteraba, además de seguramente quitarle el trabajo, iría a ver a Georg, con quién Bill se aseguraría de que no tuviera contacto alguno, o podía ser muy peligroso para el castaño, que preso en aquella torre, le aseguraba una gran fortuna.
-Deberías verlo en la noche…si duerme en el día, algo debe hacer cuando no lo hace- articuló Tom dándole una ingeniosa idea a su hermano, que en cuanto llegó, preparó sus cosas para volver a subir…esperaría tras la puerta de la torre, y cuando escuchara el ruido, entraría a ver que estaba ocurriendo…




Rapunzel-Mini Fic (Prologo)


Desde ese dia, cada noche, hubiera o no luna; el Príncipe Gustav aparecía a la misma hora bajo su ventana , y al llamado de “Georg, deja caer tu cabello” subía acompañándolo hasta que amanecía, o en ocasiones dependiendo de los deberes de su majestad, hasta que la ida diaria de Bill estaba peligrosamente cerca...

Sin embargo había alguien que si amenazaba con su vida, y también su libertad...y solo el rubio podría sacarlo de ahí.

Torero-Capítulo 13- Guadalajara; Jalisco,México

La publicación de los primeros lugares en general no tardó en llegar teniendo diferentes reacciones en los participantes, en especial; un torero pelinegro de nacionalidad alemana que no pudo evitar deprimirse al ve su nombre en la lista
“1. Ganadería Montemayor- Esmeralda Montemayor”
“2. Du Lyon Festival- Bill Trümper”
Si bien sabía que la chica era bastante buena, se sentía derrotado; y más que eso, como si decepcionara a aquel hombre que le había enseñado absolutamente todo lo que sabía.
-Perdóname papá…-susurró intentando conciliar el sueño en el camión de pasajeros al igual que el hermoso patinador de cabellos dorados que yacía sobre su pecho, completamente dormido.
Mientras tanto, Georg sonreía plácidamente al verse en el primer lugar de la lista, y aún más al ver el nombre de Schäfer, o al menos su apellido debajo en un segundo lugar, y eso era lo que planeaba mantener en esa lista hasta el último momento.
-Que hermoso- se dijo a sí mismo sin poder aguardar un solo segundo más para llegar y lanzarse sobre la pista a vencer de nuevo a su rival; sin embargo, el tan temido Jet Lag ya comenzaba a hacer su efecto tan abusivo en el , por lo que no tardó en quedarse dormido ; encontrando muy para su sorpresa, muy dentro de sus apacibles sueños, a la última persona que debía estar ahí…un chico rubio poco más bajo que él, al cual, acababa de conocer hacía tan solo unas horas.
“Se dice que cuando no puedes dormir, es porque estás despierto en el sueño de otra persona”- leyó Gustav algunas filas más adelante en internet resistiéndose a creerlo y a la vez; deseando que quién fuera que lo estuviera reteniendo; (en caso de ser cierto) lo dejara dormir de una buena vez…se sentía demasiado mal como para seguir despierto
No le gustaban los viajes largos; ni la horrible sensación de calor seco de los desiertos mexicanos, y el ir a perder, para nada lo valía. Lo que menos quería era escuchar al tal Listing burlarse de él; lo cual muy seguramente era lo que estaba haciendo…Se encontraba en una tierra desconocida y atemorizante, con grandes caminos desiertos, pedregosos y oscuros de carretera; y a decir verdad, ya ni siquiera estaba seguro de querer continuar con esa competencia…mucho menos de soportar la derrota.
De cualquier forma, no es como que hubiera alguien en casa esperando por el o pendiente de cómo estaba…ni siquiera sentía que tuviera una. No tenía a donde ir, por pura casualidad había juntado de nuevo el dinero que le quedaba para entrar de nuevo a la competencia, y de que ganara dependía lo que haría después.
Estaba completamente solo y en ocasiones, el intentar sobrellevarlo no era nada sencillo. A nadie le importaba…
Sin embargo, no sería alguien falso solo por ello.
Enormes impulsos de comenzar a llorar lo invadieron mientras miraba la oscuridad de la noche por la fría ventana, sintiendo un agujero en el pecho; sintiéndose vacío, tal como el panorama. Oscuro y sin vida…apagado, muerto…
-¿Qué voy a hacer?- susurró con voz entrecortada; comenzando a entrar en la desesperación que venía evadiendo desde hacía días.
-¿Estás bien?- preguntó una voz suave un tanto familiar para él.
-¿Georg?- dijo limpiándose las lágrimas tan rápido como pudo y poniéndose su máscara de normalidad-¿Qué haces aquí?
-Venir a verte; claro… ¿estás bien?
-Nada…no es nada- dijo desviando la mirada; claro que le ocurría algo, pero no se sentía capaz de decirlo sin soltarse a llorar
-Si no lo fuera, no te escucharía sollozar- respondió el castaño sentándose en el asiento vacío a su lado… por alguna razón, no soportaba verlo así, aún cuando prácticamente no lo conociera-¿Qué pasa?
-En verdad; no es nada- insistió Gustav sintiéndose aún peor al negarlo-No pasa nada
-Si hay algo que pueda hacer…solo dímelo- susurró el chico de ojos esmeralda mirándolo profundamente. No podía obligarlo a contárselo si no quería. Se levanto dispuesto a volver a su lugar invadido por la preocupación latente hasta que escucho  esas palabras deteniendo su camino.
-No te vayas- pidió el rubio sosteniéndolo del brazo. No quería estar solo de nuevo.
-Está bien… no lo haré- respondió Georg volviendo a su lado mientras el otro se recargaba en su hombro- ¿Dónde está tu equipo?
-No tengo…estoy solo- susurró conteniendo el llanto sin entender como de pronto aquel chico había llegado en el momento exacto en que más necesitaba a alguien. Tal como si lo hubiera llamado de manera inconsciente e involuntaria.
-Eso no está bien…
-No conozco nadie aquí y…
-Bueno, me conoces a mi- articuló Georg sonriendo e intentando inspirarle confianza- yo tampoco conozco a nadie
-Pero tienes un equipo…
-Mi niñera no cuenta- respondió haciendo una mueca para después sonreír nuevamente- bueno; ya conoces a alguien
-Tu también- sonrió el rubio más tranquilo sabiendo que en unas cuantas horas más llegarían a Guadalajara, donde podría sacar de su mente todo aquello que no fuera ganar…
-¿Falta mucho Bill?- preguntó Tom filas atrás recargado en el pecho de su novio que acariciaba su cabello aún sin poder dormir-Bill…
-No sé; nunca había ido a Guadalajara…no por carretera-dijo desganado mirando al techo sin prestar mucha atención.
-¿Qué tienes?...Es ese segundo lugar ¿cierto? – adivino el rubio al instante mirándolo a los ojos
-No es eso solo…no creí que las Montemayor hubieran progresado tanto- mintió el pelinegro sintiéndose mal. No quería explicarle toda la historia en ese momento, y definitivamente no era el lugar para hacerlo
-No importa; sé que tú ganarás- respondió Tom rodeándolo con sus brazos de repente haciéndolo suspirar
-Son muy buenas; lo traen en la sangre…eso no es fácil de superar
-Pues pase lo que pase- dijo obligándole a mirarlo- tú siempre serás el mejor
-Te amo- susurró Bill besándolo lentamente. En verdad lo necesitaba en esos momentos, aún cuando aún no conociera todo el asunto…
-Verás que todo estará bien…yo creo en ti…
-¿Y si no puedo?
-No pasa nada…para mí, sigues siendo el mejor torero del mundo; y un premio no lo va a cambiar
Varias horas después arribaron a la ciudad de Guadalajara, bastante cansados y hartos de la carretera, ya que nunca habían pasado tanto tiempo viajando. Para su fortuna, en aquellas competencias; los directores no eran tan inconscientes como en su agitada vida en Europa, lo cual les daba tiempo para relajarse (o en su caso, practicar) antes de que otra cosa.
-Supongo que iras a ensayar- dijo Tom en cuanto arribaron a su recamara y dejaban todas sus cosas
-No sería mala idea- respondió el pelinegro recordando su anterior derrota a manos de la menor de la dinastía Montemayor, y muy probablemente, de eso dependería que no se repitiera
Bajó confiado las escaleras del ruedo para comenzar cuando al otro lado de este la vislumbro a lo lejos…
-Bill- lo llamó la muchacha a sus espaldas con un tono que no le gustaba para nada
-¿Pasa algo?
-Por favor, no aparentes que no lo sabes Bill…hubiera sido una imprudencia decírtelo delante de tu novio…tienes que regresar
-No lo haré Esme- dijo en definitiva sintiendo como la vieja herida que según él había sanado parecía volver a abrirse
-Bill…
-No puedo; y lo sabes
-¿No puedes? O ¿No quieres?- insistió ella acercándose un tanto frustrada
-¿Cuál es la diferencia? A Rubí no…
-¿Qué te importa lo que diga Rubí?
-¡Ella es la que manda ¿ok?! ¡No puedo hacer nada, y lo sabes de sobra!
-Te vas a rendir entonces-afirmo la chica molesta- lo vas a dejar ir todo
-¡No puedo dejar ir algo que nunca fue mío!
-¿¡Por qué no puedes darte cuenta Bill?! Papa…
-¡Olvídalo ya Esmeralda! ¡No lo haré!
-¡Es imposible razonar contigo!
-¡No lo hagas!- gritó el pelinegro mientras ella lo miraba con lagrimas en los ojos y montaba su caballo.
-Solo espero que no te arrepientas de esto
-También yo…- susurró el torero viéndola partir en el corcel negro, sin poder evitar recordar aquellas noches en los amplios campos de la hacienda, cuando cabalgaban recorriéndolos juntos hasta la salida del sol.
Más no había otra cosa que hacer. Su decisión estaba tomada hace mucho, y ni aunque quisiera podría cambiarla…tenía una nueva vida, y todo era muy distinto ya.
-¿Qué tal el trabajo?- preguntó Tom en cuanto volvió de manera inesperada. No lo esperaba de menos 3 horas después.
-Todo saldrá bien- dijo evadiendo la pregunta sin estar seguro de ello- Vamos a caminar ¿si?
-Claro…vamos- contesto el rubio tomándolo de la mano al tiempo que salían de la habitación y recorrían el área asignada a otras competencias; completamente vacias…

jueves, 8 de noviembre de 2012

Cáncer (One-shot)




(Tom)
Por fin me permitieron pasar a verlo. Odio esta maldita clínica, que exigentes son con los horarios que además, son muy cortos…solo espero que no este dormido.
-Bill?-pregunto desde la puerta esperando una respuesta, aunque sea débil. No sabes que traumante es para mí pensar que algún día no pueda recibirla. Pero no puedo compararlo con lo que tu estas pasando Bill, ni siquiera se le acerca.
-Hola…-responde desganado desde la cama de la cual hace casi un mes que ya no puede levantarse. Cada vez te escucho más cansado...
-como te sientes?-te pregunto como cada día, intentando animarte un poco; lo cual últimamente, rara vez logro. Pero no puedo culparte por eso, tu padres ni siquiera han venido a verte desde que supieron que salías conmigo, ni siquiera les importo que estuvieras enfermo. Pero yo nunca me voy a alejar de tú, aunque solo tenga 3 horas para estar aquí.
-Mal...Duele mucho-responde igual que siempre, mirándome un tanto extraviado.
-Vas a ponerte bien- digo con esperanza tomándolo de la mano.
-Sabes que no es así Tom, mi tiempo se está acabando...
No pude evitar comenzar a llorar al escucharte decirlo, pero era la verdad que ambos sabíamos. Ya sería en cualquier momento y no había nada que pudiéramos hacer para evitarlo.
-No me digas eso- respondí entre sollozos sin poder sacarme la idea de la cabeza...aún recuerdo perfectamente cuando lo conocí.
Se me había hecho tarde para llegar a casa , y en medio del monzón en que estaba, el suyo fue el único auto que se detuvo para evitar que me mojara aún más y llevarme a casa. Claro que nunca creí en lo que terminaría esa noche, perdiendo mi virginidad con el en mi habitación...pero eso fue solo el comienzo, entonces comenzamos a salir; y cuando sus padres se enteraron, lo abandonaron a su suerte...pero siempre lucho por mi y por lo que teníamos juntos.
Hasta que un día; llegó llorando a casa….No podía ser nada bueno.
-Tom…tengo cáncer-susurro desplomándose en la puerta sollozando entre mis brazos sin que yo pudiera hacer nada. Ya no había remedio, estaba muy avanzado.
Los doctores hicieron todo lo que pudieron; su cabello hermoso y negro se fue en un intento fallido de salvarlo, pero no respondió a ningún tratamiento. Pronto quedo atado a esa camilla de hospital…para siempre…
-Debes irte Tom…tu tienes toda una vida por delante allá afuera. No la desperdicies aquí-dijo de pronto mirándome fijamente; como si fuera tan sencillo.
-No Bill, Jamás-respondí de inmediato negándome rotundamente.
Ya estaba esperando el día en que dijera eso, pero no lo voy a permitir.
No tiene ni la más mínima idea de cómo me encantaría cambiar su lugar por el y compartir su dolor , pero no puedo…ni siquiera puedo entenderlo. Ni yo  ni el conocemos el camino por el que esta pasando. Y por más que quisiera, no puedo hacer que se sienta mejor; nadie puede.
-Siempre voy a estar contigo.
-No puedes Tom…mi tiempo se está acabando y ahora, es que debo enfrentar lo peor…
-No vas a morir me oyes!?-grite abrazándolo sin poder dejar de llorar…no , aún no.
-No es eso-dijo sonriendo-lo más difícil, es tener que dejarte…
Justo en ese momento, todas las máquinas dejaron de funcionar, y la pantalla con signos vitales solo mostraba una línea recta…muerta.
Se acabó
-Eso no es ni siquiera una parte Bill…-contesté sonriendo soltando su mano. El ya no está aquí, y ahora ; el único tiempo que llegaba era el de unirme a el. Jamás había visto tan atractiva esa ventana que da al patio interior, tomando en cuenta que no estamos en la planta baja.
Nos vemos allá…
Finalmente, todo se volvió oscuro, hasta que pude divisar todo de nuevo. Doctores y patrullas corrían revisando el cuerpo con sus muchas averiguaciones…
-Eres un idiota-lo escucho decir a mi lado ayudando a levantarme-vamos a casa…
Tomados de la mano recorremos el pasillo para salir del hospital, solo la radio de la recepción es el único sonido entre el silencio.
“Joven de 19 años se lanza del 20avo piso del hospital de oncología, después de perder a su…”
Se corta la grabación. Ni siquiera pueden describirlo. El fue mi razón para vivir, y también; mi razón para morir.